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El Mercadólogo

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De victorias y derrotas

«La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana» dijo Napoleón Bonaparte en el siglo XIX. Un par de siglos después no sólo sigue vigente esta afirmación, sino que cada vez más nos sumergimos en la cultura de los ganadores. El miedo a perder, a fracasar, a no alcanzar los objetivos tiene mayor presencia en nuestra vida actual, al punto de generar ansiedad en las personas.

Las redes sociales, como vehículo de la comunicación, han conseguido generar relaciones más fluidas entre la gente, pero también contribuyen a esparcir insultos y faltas de respeto. Bajo el anonimato, la distancia y la falta de interacción física, mucha gente se siente segura para atacar a quien no piensa igual que ellos, sabiendo que no sufrirán las mismas consecuencias que si hicieran esto mismo en otros contextos.

Anteriormente, cuando tu equipo favorito de fútbol perdía un partido importante, sufrías las burlas de tus amistades, siempre y cuando tuvieran una relación de confianza contigo. Y si veían que te afectaba, muchas veces paraban con esos comentarios. Actualmente, en la misma situación, las redes sociales se llenan de memes que se vuelven virales y que en muchas ocasiones rozan la falta de respeto, o en otras incluso rebasan esa frontera. Su difusión llega al punto de que los propios jugadores acceden a ese contenido, ejerciendo una mayor presión en su desempeño. Saben que, si fallan, las redes se llenarán de memes sobre ellos. Lo peor en muchos casos es que no solo ellos serán objeto de burlas, también sus familias accederán a ese contenido.

Nos olvidamos de que la derrota es una parte muy importante del deporte y de la vida. Gracias a ella, podemos descubrir los errores que hemos cometido para, una vez identificados, intentar corregirlos. Sin derrotas, no puede haber victorias. Son las dos caras de una misma moneda.

En el mundo empresarial, uno de los pilares sobre los que se elaboran las estrategias son los aprendizajes. Para identificarlos, se tiene que hacer un análisis honesto sobre las actuaciones previas, intentando identificar qué se ha hecho bien y, sobre todo, qué errores se han cometido. De no realizar esa reflexión, es muy probable que todos los planes estén destinados a fracasar. Si no somos capaces de descubrir las barreras que nos impiden alcanzar nuestros objetivos, nunca podremos sortearlas.

Nuestra vida es un constante aprendizaje. El mundo cambia, se adapta, evoluciona. La tecnología avanza, inundando nuestras vidas y modificando la forma de relacionarse con los demás. Los que hace unos años éramos expertos en programar la videocasetera de casa, ahora pedimos ayuda para configurar las diferentes funciones de nuestro teléfono celular. Y esos que nos miran con suficiencia mientras nos explican cómo hacerlo, en unos años recurrirán a los que tal vez ahora están en pañales para que les enseñen a hacer algo que ahora mismo ni siquiera somos capaces de imaginar.

Contrario a lo que estamos acostumbrados a ver en la ficción, es imposible ganar siempre. De nuestra actitud ante las derrotas dependerá si somos capaces de aprender las lecciones pertinentes y mejorar o seguiremos tropezando con la misma piedra una y otra vez.