RELATOS DE VIDA
Sin duda, es uno de mis lugares favoritos, lo más raro es que no se trata de un espacio escondido en la maleza de un bosque, en algún jardín o parque, en un bar o antro, ni la biblioteca o cibercafé, ni siquiera se trata de la azotea o patio de la casa, o mi cuarto.
La extrañeza radica en que se trata de un rincón dentro de mi espacio laboral, que se ha vuelto mi mejor argumento para apurarme en el trabajo, es una motivación, pues si concluyó rápido puedo ir un rato.
Aunque el tiempo a veces puede alargarse por la situación que se presente en el momento; puede ser desde 10 minutos para tomar un café express acompañado de un cigarro; o puede durar hasta 30 minutos por una charla amena con un compañero o compañera de trabajo.
Este lugar es muy recurrente en mi actividad diaria, también sirve de psicólogo, libero la cadena de pensamientos sobre algún problema o una situación, tanto laboral como amorosa, las preocupaciones, las metas, los proyectos…
Pero la mayor parte de las veces, y la que más goce produce es escuchar caer el agua de la fuente colocada a mitad del jardín, relaja, desestresa, tranquiliza y a la vez ilusiona, pues ese misma ornamenta sirve a las pequeñas aves para pasar a tomar un poco.
Desde ese mismo espacio también se puede disfrutar la visita de algunas aves consideradas de buena suerte, una pareja de colibríes nos visita de vez en cuando, aletea alrededor de los rosales y concluye con el paso obligado a la fuente.
Es mi lugar favorito porque es terapéutico y me da un respiro para continuar con la “chamba”, con ánimos renovados y menos pesadez; es desde esa banca del jardín donde me autoanalizo, mientras disfruto de una taza de café y un buen tabaco.