
LAGUNA DE VOCES
Espero poder mirar la primavera del 2024 sin que la violencia verbal cotidiana, por el hábito de pelear en defensa de camisetas políticas absurdas, se mantenga, o se incremente hasta llegar a la agresión física de los que se ven como enemigos a muerte; inalcanzable la reconciliación y, por el contrario, casi desechada de manera eterna, porque solo la existencia de bandos contrarios, radicalmente contrarios, garantiza que el circo del poder en todo su esplendor siga y siga. A veces da tristeza todo este tinglado, pero con más frecuencia, una melancolía por lo que pudo ser y ya no fue, aunque con bastante regularidad descubrimos que simplemente no había posibilidad de nada, que de origen todo fue un sueño absurdo y sin sentido.
Es decir que nada cambiará, porque el destino de los seres humanos fue marcado con anticipación para mantenerse así, sin variantes dignas de ser destacadas, y mucho tienen que ver en esa tarea de transformar para quedar igual, o hasta peor, los personajes de tiras cómicas, encarnación de divinidades que se esfuman apenas mueren, junto con todo lo que aseguraron cambiarían, que es nada.
A todos nos da un sentido pesar que asistamos sin saberlo, y de manera constante, a una mascarada que conocemos de principio a fin, que nos desilusionó en nuestros años mozos, cuando soñar era una necesidad vital, y ser revolucionario era una necesidad casi biológica, según la frase de un presidente asesinado allá en Chile.
Nada nos hace más viejos que comprobar el efecto absoluto que tiene en todos, absolutamente todos, el ejercicio del poder, y siempre para mal, porque hacen añicos los sueños que creíamos reales, que harían del mundo en que nacimos, un mundo justiciero y bendecido por la bondad.
Pero resulta que no, que por eso muchos de los que apostaron todo, prefirieron hacerse a un lado, no buscar cargo político alguno, y mantener por eso mismo sus ideales, porque entrados al circo con una fauna tan violenta, seguro hubieran acabado masacrados y con los ojos perdidos por no saber lo que había sucedido.
Sin embargo, vivamos el gigantesco espectáculo que está por empezar, único, histórico porque reunirá las mejores presentaciones de artistas de todas las latitudes, capaces de invocar el odio entre los espectadores, y generar verdaderos duelos a muerte entre ellos, aún sin conocerse.
Porque hoy como nunca el asunto es odiar, odiar con ganas y voluntad al que no opine como uno, al que se atreva a criticar al santo benefactor de turno, porque la realidad ha sido, esta sí, transformada; y no hace falta revolución armada de por medio para ver nacer al nuevo instituto político heredero de las causas revolucionarias sin revolución.
Me recuerdan cuando mi sobrino, todavía niño, anunció que, para una fiesta, se disfrazaría “como El Jinete sin cabeza… pero con cabeza”.
Y sí, será lo mismo.
Absolutamente lo mismo.
Mil gracias, hasta mañana.
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