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El hueso olímpico, vivir de una medalla

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Submarino Político

In Memoriam, Angélica Miner de la Concha de Gamboa (1953-2016).
La sociedad ha colgado una responsabilidad excesiva a los deportistas mexicanos en Río 2016. Presión exagerada si se compara el apoyo que reciben nuestros atletas de alto rendimiento, en comparación con el presupuesto que asignan otros países líderes en el medallero. Los mexicanos hemos confundido el olimpismo con medallas que se reparten por kilo en carreras moleras chic de 5, 10 o 21 kilómetros.
Con 61 medallas olímpicas en total, históricamente México no destaca al nivel exigido. Sin embargo, cada cuatro años el sueño de lograr la hazaña olímpica es recurrente. Por ello, quienes suben al podio tienen amplias posibilidades de ser incorporados al servicio público. Aquí un breve recuento de los medallistas mexicanos activos en la arena política: La corredora Ana Gabriela Guevara (plata en Atenas 2004) ahora es senadora por Sonora del Partido del Trabajo.
A Víctor Estrada Garibay (bronce en Sidney 2000) le iba mejor en el Tae Kwon Do que como alcalde de Cuautitlán Izcalli en el estado de México. Además del tema de seguridad pública que azota a toda la zona metropolitana del Valle de México, el municipio ha sorteado con poca eficacia las inundaciones por la temporada de aguas. El ex clavadista Fernando Platas (bronce en Sidney 2000) actualmente es funcionario del gobierno del estado de México en el Imcufide con un sueldo mensual bruto de $70 mil pesos.
El ex marchista Ernesto Canto Gudiño (oro en Los Ángeles 1984) sí que le ha sacado jugo a la medalla. En lo que representa una cuota del PRI, Canto es funcionario en la Secretaría de Seguridad Pública del GDF en el área de prevención del delito.
Ahora, el clavadista Rommel Pacheco tiene grandes posibilidades de “colarse” a la zona de medallas en Río 2016 y ya quiere aplicar la “cuauhtemiña” y convertirse algún día en candidato a gobernador de Yucatán.
Finalmente, resulta un poco absurdo que los méritos deportivos sean un factor para integrarse a la vida política ya que no representa garantía de efectividad en el servicio público. Entonces, ¿por qué esperar medallas cuando en realidad estamos frente a un ‘semillero de grillos’?
En el radar. La propagación de la idea del fracaso olímpico beneficia de manera indirecta en términos de “rating” a las cadenas de televisión comercial, Televisa y TV Azteca, que no obtuvieron los derechos de transmisión de la justa. Por la magnitud del evento bien vale la pena seguir la danza de las medallas por la televisión pública en canales como el Once del IPN o el 22. Así como en los servicios de “streaming” en internet. Quizá el mayor beneficio para las audiencias es que no tendrán que “chutarse” los albures del ‘choteado Compayito’.
Periscopio. Ayer, Otto Granados y Carlos Mancera presentaron en El Péndulo de la colonia Roma el libro ‘Poder para el maestro, poder para la escuela’ (Cal y Arena, 2016) de Gilberto Guevara Niebla, quien explica de una manera lúcida la reforma educativa. Vale la pena darse la vuelta por la mesa de novedades, ya que la obra viene a cuento por el debate nacional educativo que la CNTE tan hábilmente ha puesto sobre la mesa.
Bitácora de lo absurdo. Cuanta indignación se lee en redes sociales y medios de comunicación ante el “fracaso” de la delegación mexicana en Río 2016. Con o sin medallas, México sigue siendo un rival de primer nivel mundial en competiciones como clavados, tiro con arco, caminata y ahora futbol, entre otros. La “sequía” de medallas se ha vuelto el lugar común de moda. El mismo linchamiento crítico contra la representación de México no se notó por el cierre de la alberca y fosa de clavados del Centro Deportivo Olímpico Mexicano como un gesto de presión del Comité Olímpico Mexicano contra la Conade en la pugna por el presupuesto público. El mayor afectado fue el equipo mexicano de clavados que ahora compite en Río 2016, pero también los cientos de niños que se quedaron sin derecho a utilizar las instalaciones por el cierre.
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