EL HUBIERA…

“Si Juárez no hubiera muerto

Todavía viviría”.

Danzón popular.

 

En nuestra vida cotidiana, de pronto un cliché lingüístico se pone de moda. Actualmente es dogma de fe una absurda frase que dice: “El hubiera no existe”, como si por decreto de algunos cuantos profanos pudieran derogarse siglos de preceptos, el centenario trabajo de los eruditos académicos de la lengua española.

 

Permítaseme repetirlo varias veces dicho en este espacio: la voz hubiera corresponde a la primera y tercera personas del singular del pretérito de subjuntivo del verbo haber;de que existe, existe,negarlo sería borrar esta conjugación, en modo, tiempo, número y persona de todos los verbos, similares y conexos. Así, por ejemplo ya no se podría utilizar el verbo tener, para expresar el filosófico y profundo silogismo: “Si mi tía tuviera ruedas, sería bicicleta”.

 

El mismísimo monarca español, Alfonso X, conocido como El Sabio, sucumbió al uso de esta forma verbal para asegurar con la jactancia que dan el poder y la autoestima alta: “Si Dios hubiera pedido mi opinión antes de hacer el mundo, no hubieracometido tantos errores”.

 

Tal vez por esa herencia, los mexicanos nos sentimos más chingones que los expertos en cualquier rama del conocimiento. Generalmente a toro pasado visualizamos errores y aconsejamos en público y en privado,con suficiencia de estadistas: “El Presidente hubiera hecho esto o lo otro”. En materia de Gobierno y Seguridad Pública. “En Ayotzinapa, se hubieran respetado los Derechos Humanos y presentado vivos a los cuarenta y tres normalistas”. Sobre lo mismo, otras doctas orientaciones: “Lo que falta son güevos,urge un dictador en México,hubieran matado a todos los involucrados”. Lo mismo ocurre en materia financiera, educativa, laboral y en general, en todas las ramas de la administración pública. Según los especialistas de café,soluciones hay muchas, todas fáciles, desde suprimir los impuestos, hasta legalizar la mariguana. También se regaña y critica a los poderes legislativo y judicial, pasando por los organismos electorales. En todos los casos está presente el inexistente Hubiera.

 

En épocas preelectorales, candidatos y partidos, protagonizan severos repartos de culpas por las dificultades que vive el país. Los que ya han sido, o son, gobierno,pretenden esconder sus deficiencias;trasladansus pecados habidos y por haber al actual Gobierno de la República. Los ataques de amnesia política, la complicidad y control de ciertos medios de comunicación social, así como la manipulación corporativa de grupos de presión social y económica pretenden, muchas veces con éxito, justificar el desastre que vivió y vive la sociedad cuando la comodidad de ser oposición se convierte en responsabilidad de ser Gobierno. Inmensos catálogos de soluciones simplistas, acusaciones a los adversarios por el sospechosismo de una paja en su ojo, sin advertir la viga que se encuentra en el órgano visual de los cómplices y amigos. Escándalos por presunta corrupción en todos los partidos y hasta en candidatos sin Partido, guerra sucia, presiones y autodenigración en el extranjero para llevar agua a unos molinos que trabajarán a toda su potencia en el año dos mil dieciocho.

 

Las circunstancias objetivas del país, son tan complejas que cada decisión de gobierno, aún siendo la correcta, genera consecuencias coyunturales como si no lo fuera. Ante esto no hay hubiera que valga. No existe solución inmediata ni receta de cocina que cambie, de la noche a la mañana la realidad de la Nación.

 

Por cuestiones de sobrevivencia, los pueblos pueden conducir a los gobiernos legal y legítimamente electos por ellos, a condiciones de crisis, crisis que llevan en sí mismas, los gérmenes de sus propias soluciones.

 

Es cierto, la vida está difícil. Un pueblo con severas deficiencias educativas, escaso refinamiento de su sentido crítico, resentido por severos agravios a su seguridad, a su patrimonio, a su persona y a su familia es proclive a perder la fe, incluso en sus propias decisiones. Desconfía de todos, no es capaz de seguir a alguien con gran confianza y respeto a su liderazgo… Pero, lo peor que puede pasar es que, ese pueblo, en su desesperaciónsiga a cualquier demagogo, aunque éste, como el flautista de Hamelin, lo conduzca al abismo sin retorno.

 

La crisis no puede ser eterna. Repito, el pueblo y su gobierno deben tener fe en la construcción colectiva de un sistema más justo. El viejo orden no se acaba de ir y el nuevo, no llega todavía; mientras tanto hay que administrar el desorden (modus vivendi de muchos), fortalecer a las instituciones, comenzando por la mismísima investidura presidencial, para que cuando el futuro nos alcance, no tengamos que decir con desesperanza: “Hubiéramos, hecho un México a la altura de nuestras aspiraciones”.

 

Por desgracia, el hubiera sí existe, pero también existe su negación, que causa más daño: el si no hubiera(paz, armonía, ley, democracia…) En síntesis, Estado de Derecho.

 

A pesar de los pesimistas, hay México para rato.

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