El hambre y la indigestión

FAMILIA POLÍTICA

Dicen, quienes de esto saben, que los afectos se nutren de la ausencia cuando son perdurables; si son efímeros, se van o se convierten en platónicos “amores de lejos”. Por eso recomiendan evitar la cotidianidad que, irremediablemente, conduce a la indiferencia, a la costumbre. La proximidad destruye la capacidad de asombro, nubla la posibilidad de descubrir los altos valores que, aparentemente, se pierden en el insondable laberinto de la rutina.

“El amor nunca muere de hambre, sí de indigestión”.
 Ninón de l’Enclos.

Ninón de l’Enclos fue una escritora francesa, cortesana y mecenas de las artes. A su muerte (1705), el Duque de Saint-Simón resumió su carrera como: “Claro ejemplo del triunfo del vicio, cuando se dirige con inteligencia y se redime con un poco de virtud”. La frase del epígrafe puede parecer cínica, sacrílega, irrespetuosa, hereje… más en éste, que el pueblo bueno y sabio considera el mes del amor y la amistad; sin embargo, es pragmáticamente cierta. Lo corrobora otro popular filósofo de los arrebatos idílicos, el Maestro José José: “Porque nada es para siempre y hasta la belleza cansa”.
    Cuando la perspectiva se traslada, de la relación de pareja al compromiso afectivo que suele darse entre el pueblo y quien lo gobierna, son aplicables las mismas reglas y válidas idénticas recomendaciones. Así, Robert Greene, aconseja al hombre de poder: “Demasiada oferta reduce el precio: cuanto más lo vean y oigan, tanto menos necesario lo considerarán los demás. Si ya ha afirmado su posición dentro de un grupo determinado, un alejamiento temporal hará que hablen más de usted, e incluso que lo admiren. Deberá aprender cuándo alejarse. Recuerde que la escasez de un recurso, incrementa su valor”.
    Si la flama es pequeña (un cerillo, una vela…) basta una tenue brisa o la mínima fuerza del aliento para apagarla; en cambio, las grandes llamaradas aprovechan la energía del viento para crecer y perdurar, pues al extinguirse, la braza la hace trascender y conservar su potencialidad para renacer en cualquier instante.
Dicen, quienes de esto saben, que los afectos se nutren de la ausencia cuando son perdurables; si son efímeros, se van o se convierten en platónicos “amores de lejos”. Por eso recomiendan evitar la cotidianidad que, irremediablemente, conduce a la indiferencia, a la costumbre. La proximidad destruye la capacidad de asombro, nubla la posibilidad de descubrir los altos valores que, aparentemente, se pierden en el insondable laberinto de la rutina. Estoy seguro que los encargados de custodiar diariamente las obras maestras del arte (La Gioconda, El David, La última Cena…) después de cierto tiempo, solamente las miran como objetos bajo su responsabilidad, difícilmente pueden permanecer todo el día y todos los días extasiados ante sus cualidades de belleza universal.
Las divinidades, de cualquier credo, son invisibles por naturaleza y no por ello, menos adoradas. Lo raro sería mirarlas, sentirlas y venerar su presencia, tan mundana como la de cualquier persona; tal vez hasta sus milagros dejarían de sorprendernos. A los seres míticos, los simples mortales debemos observarlos en una distante y mágica pasarela. El poder, en estos casos, es una sensación, no una revelación ni una aprehensión intelectual. Algunos católicos delirantes, por ejemplo, se desmayan ante la proximidad del Papa, y eso que no es Dios, sino simplemente su “representante” aquí en la tierra.
Los políticos, los artistas, los dioses, los muertos… viven de recuerdos, aplausos y oraciones; para ellos “la verdadera muerte es el olvido”. El abandono puede darse en vida… cuando el poderoso cede a su natural narcisismo y se convence de que el amor de las masas se nutre con su presencia. Por generosidad, puede prodigarse demasiado y provocar una indigesta excreción colectiva. Decía Taylor Caldwell que: “Cuando un rey ríe con su pueblo, éste termina riéndose de él”.
Los líderes no deben alimentar la confianza de sus fans, con excesivas apariciones físicas y discursivas. La ciencia política y sus aplicaciones diseñan las etapas y las estrategias para llegar a un ejercicio racional del poder. Durante las campañas vale sacar la cara de manera exhaustiva, directa e indirectamente en los medios. Imágenes visuales, auditivas y virtuales deben llenar todos los espacios posibles para que el candidato penetre en las conciencias y sea aceptado (o rechazado). Cuando alcanza el éxito y se transforma en gobernante, la prudencia aconseja no continuar con la misma dinámica. Crecen los riesgos de cometer alguna equivocación que se traduzca en pérdida definitiva de una confianza que se acumuló durante tanto tiempo. El hombre de poder no tiene por qué “oficiar” diariamente extraños rituales: pronto se convertirán en intrascendencia y fastidio.
Bajo esas consideraciones escribí el siguiente:

SONETO

Las pequeñas pasiones se apagan con la ausencia,
Como el aire que extingue la flama de una vela.
Pero el inmenso fuego, con viento se consuela:
Crece, vive, perdura en brazas, su presencia.

Si quieres que te extrañen, evita la frecuencia.
Que te miren en una distante pasarela,
Como mítico ser, cuya mágica estela
Poderosa, se siente sin revelar su esencia.

Aprende a retirarte cuando el triunfo sea cierto,
Cuando hayas ascendido de la fama a la cumbre.
Cuando hayas transformado en vergel tu desierto.

Esporádicamente revivirás la lumbre.
No te harás cotidiano, nunca serás costumbre.
Te adorarán, en vida, como se adora a un muerto.

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