EL GOBERNADOR Y YO

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DON MANUEL, SEGUNDA PARTE

  • Para el Profr. Bonfilio Salazar, con afecto

Dentro de las reglas del juego del partido político dominante durante muchos años, la fuerza del gobernador en turno dependía de sus relaciones institucionales con El Centro y de su cercanía con el Presidente de la República.

En ambos sentidos, la historia de un personaje que surgía de los estratos más pobres y luchadores en la estructura partidista, daban a Hidalgo un mandatario de alta proyección nacional.

Las biografías de los titulares del Poder Ejecutivo nacional y estatal, respectivamente, durante un tiempo estratégico se entrelazaron en la Oficialía Mayor de la Secretaría de Educación Pública y la dirigencia nacional del SNTE. Don Luis Echeverría Álvarez, al frente de la primera y Don Manuel Sánchez Vite, combativo líder, de la segunda.

Entre ellos se consolidó una sólida amistad que se afianzó con lazos de compadrazgo. Conocida su cercanía, a la opinión pública le extrañó no encontrar a Don Manuel en el gabinete echeverrista.

Éste disfrutaba a plenitud del poder en su tierra: mano firme, a veces con excesos; colaboradores de extrema confianza (entre los cuales se incluían sus tres hijos varones); abstemismo total, en público; austeridad en los convivios políticos; puntualidad extrema; ausencia visible de grandes comitivas y aparatos de seguridad… en general: estilo autoritario y, sin embargo, amable; con manejo agudo, inteligente, fino… de la ironía y sentido del humor.

Pese a tu tez morena, su baja estatura, sus rasgos indígenas… infundía un respeto rayano en el temor, en sus interlocutores. 

Sánchez Vite siempre sintió una gran simpatía por el entonces Instituto Tecnológico Regional de Pachuca número 20 (se consideraba algo así como su Padrino).

Permítaseme ilustrar esta relación con la siguiente anécdota: Para conmemorar un aniversario de la escuela, la Dirección, el personal y el alumnado, lo invitamos a presidir una informal ceremonia, cuyo punto culminante era una tamalada y “Las Mañanitas” entonadas por la excelente Rondalla que dirigían Chencho Zúñiga y Horacio Baños.

A las siete en punto de la madrugada, descendió de un modesto automóvil, una señera figura ataviada con sencillo traje y proverbial sombrero de fieltro. Sin que nadie lo advirtiera, completamente solo, el personaje deambulaba por los pasillos, se asomaba a las aulas, talleres y laboratorios, hasta que alguien, de manera intempestiva, dio la voz de alarma: “¡Es el Gobernador!…” ni los tamales ni la rondalla llegaban todavía.

El Director y su Jefe del Departamento de Relaciones Públicas (yo), bajamos presurosos a presentar disculpas al importante invitado quien, con sonrisa patriarcal y socarrona, nos dijo: “No se preocupen, yo sé divertirme sólo” y prosiguió su visita, ahora guiada, misma que culminó con un apetitoso desayuno de café y tamales. Así era el Gobernador; lógicamente, despertaba las más sinceras simpatías en toda la comunidad tecnológica.

Es conveniente hacer un ligero retroceso cronológico, para decir que El Maestro no formó parte del gabinete porque lo llamaron a presidir el Comité Ejecutivo Nacional de PRI, cargo que ocupó del 7 de diciembre de 1970 al 21 de febrero de 1972, para luego reintegrarse a concluir su mandato al frente del Gobierno Estatal.

Los tiempos para decidir las correspondientes sucesiones de Gobernador en Hidalgo y Presidente de la República, se dan con notable cercanía, por lo cual, una influye necesariamente en la otra.

Con el regreso, después de una tormentosa actuación en la máxima responsabilidad partidista, la relación entre ambos mandatarios sufrió grave deterioro. Sánchez Vite era directo, claro, valiente… Echeverría: maquiavélico, autoritario, impredecible… El choque fue inevitable.

Casi al terminar el sexenio de Don Manuel, sonaban para suceder a Echeverría: Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación; Hugo Cervantes del Río, Secretario de la Presidencia; José López Portillo, Secretario de Hacienda; Porfirio Muñoz Ledo, Secretario del Trabajo; Luis Enrique Bracamontes, Secretario de Obras Públicas, Augusto Gómez Villanueva, Secretario General del CEN y Carlos Gálvez Betancourt, Director General del IMSS.

Por tradición, por activismo, por méritos, el precandidato más visible era el Licenciado Mario Moya Palencia (su eterno Secretario Particular, el hidalguense, Fernando Rojo Reyes), quien encontró en el Gobernador de Hidalgo, un íntimo y personalísimo adversario.

Siempre será un enigma si éste actuó de motu proprio o bajo consigna, pero en una conversación con Ángel Trinidad Ferreira, entonces periodista estrella de Excélsior, Sánchez Vite afirmó que el aspirante “más visible” traicionaba al Presidente de la República.

La larga entrevista se editó en un folleto y se distribuyó en el Congreso Nacional de Legisladores, que se celebraba en Querétaro. Los responsables más visibles del reparto fueron: el Coordinador de los diputados, Don Roberto Valdespino Castillo y el Director de Prensa del Gobierno del Estado, Carlos Peñafort Meza, a quien detuvieron y “calentaron”, miembros de la policía federal (el Licenciado Valdespino, hábilmente los eludió).

El “gallo” de Don Manuel era Hugo Cervantes del Río, aunque, en confiada y solitaria plática, Don Manuel me dijo: “Mire Prisciliano, si no es Moya, cualquiera de los otros tiene compromisos con el Estado de Hidalgo”. Finalmente, el seleccionado fue José López Portillo. Los resultados quedaron en la historia.

En esos días, la sucesión local estaba en su punto máximo de ebullición; los nombres de: Humberto Lugo Gil, Germán Corona del Rosal, Óscar Bravo Santos, Estela Rojas de Soto, Abel Ramírez Acosta y Otoniel Miranda Andrade, entre otros, sonaban, en mayor o menor grado, con posibilidades de alcanzar la candidatura.

Es importante mencionar un axioma político no escrito, pero vigente en pleno auge del priísmo: “Gobernador no pone Gobernador”.

En 1973, la vida me dio oportunidad de ganar el Concurso Nacional de Oratoria, dentro de los Primeros Juegos Deportivos y Eventos Culturales del Magisterio, convocados por el SNTE.

También, en diciembre del mismo año, obtuve el primer lugar en el Certamen del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana; por este último triunfo, además del jugoso premio en efectivo, el Gobernador me dio un estímulo similar. La mejor puerta de entrada al mundo de la política, siempre ha sido La Oratoria.

En mi regreso de la ciudad de Durango, con el primer lugar nacional en la bolsa, me encontré con Maximiliano Silerio Esparza, en ese tiempo Presidente Municipal de la capital de aquel estado norteño, testigo presencial de mi triunfo; al bajar del avión se acercó para decirme: “Campeón: ¡Felicidades! Vaya a ver a Germán, le conviene” y me dio una tarjeta personal dirigida a quien había sido Delegado del Partido allá en su tierra, recomendándome ampliamente. 

Esta historia no termina ahí…