“EL GARRAPATA”

Fernando Fuentes Pérez, mejor conocido en el bajo mundo como “El Garrapata”, era un minero parecido a Juan Charrasqueado: borracho, jugador y enamorado. Dinero que llegaba a sus manos, lo jugaba, valiéndole madre lo demás. Había veces que ganaba, pero la mayor parte, perdía.

Le daban en toda la madre, pero conseguía más lana y seguía probando su suerte,  porque todos los sábados los cuates lo provocaban.

  • Órale, pinche “Garrapata”, hay te va un volado de 50 pesos.
  • Ya vas, deposítalos, pendejo.
  • El que los debe de depositar eres tú, porque luego no pagas.

Se jugaba toda la raya de la semana en volados, tapados, cubilete, baraja, y hasta en carreras. Una vez estaba muy preocupado y no quería llegar a su casa porque su vieja lo tenía amenazado de darle en la madre cuando estuviera durmiendo, y largarse muy lejos. Jugándose el cuero, llegó y le dijo a su mujer, que se llamaba Juana:

  • Dame de comer, que tengo un chingo de hambre.
  • Primero dame el gasto, cabrón, ya se me quitó lo pendeja.
  • No me pagaron, es que salimos tarde y el pagador se fue temprano.
  • No mames, pinche “Garrapata”, ya sé que todo el dinero que ganas lo juegas. Te quieres pasar de lanza, pero me cae que te voy hacer lo que te dije: cuando estés dormido, con un  marro te voy a dejar la cabeza como calabaza.
  • Ya te dije que mañana tienes tu dinero.
  • Ya te dije que mañana te doy de comer.
  • Pásamela por hoy. Me cay que no he comido desde ayer.
  • Habías de ir a ver a tu madre. Ya vino hace rato a buscarte. Le cortaron  la luz, porque te mandó a que le hicieras favor de pagársela, y te gastaste el dinero.
  • Dame un taco.
  • Ya te dijo que no. Y es mejor que te vayas a dormir, porque me estás haciendo encabronar, y antes de que te duermas, te voy a dar en la madre.

Fernando salió muy temprano de su casa para ir a trabajar a la mina. La pasión del juego lo había hecho muy tranza. Fue al almacén y pidió unas botas a descuento, que le costaban en aquel entonces 80 pesos. Yo les hablo en 1960. Le descontaban 10 pesos a la semana. En la puerta de la mina estaba un abonero de ropa que la vendía en abonos, y le dijo:

  • Deme 3 pantalones de mezclilla, don Julio; dos camisas, y el sábado me pongo parejo. Le voy a dar abono doble.
  • Tu cuenta es muy larga. Lo que te voy a dar son 200 pesos de mercancía, y por lo tanto, me tienes que dar 30 pesos a la semana. Y no te vayas a esconder porque te busco y te meto a la cárcel. Conmigo no hay juegos.

“El Garrapata” subió al barrio El Arbolito. En una cantina llamada “El Relámpago”, había un señor llamado Salomé, que compraba todo lo que le llevaban.

  • Te voy a dar 200 pesos por todo lo que me ofreces.
  • No chingue. Deme por lo menos 500.
  • Los quieres o no.
  • Démelos.

Se bajo por la calle de Galeana, en Pachuca, y por la escuela Justo Sierra había una mueblería donde le vendían en abonos a la gente jodida. Pidió fiado un reloj de pulso, una plancha, una licuadora, y dio de enganche los 200 pesos. Y lo que pidió lo fue a rematar con don Salomé en 500 pesos.

“El Garrapata” llegó al barrio de “La Palma” y se metió a la casa de la bola, donde se puso jugar con otros cabrones que eran igual que él. Pasaron la horas, y Fernando había ganado el triple de lo que llevaba jugando al póker, pero la ambición lo hacía apostar más.

  • La entrada es de 200 pesos.
  • Ya dijiste. ¿Cuántas cartas quieres?

“El Garrapata” miraba sus cartas, y poco a poco, las iba abriendo. Tenía una tercia de jotos. Echó una sonrisa, y le dijo a “El Chilaquil”:

  • Dame dos.

Volvió a revisar sus cartas, y sudaba mucho, que se le resbalaba por la rabadilla. No dejaba de fumar. Se dio cuenta que le salió otro joto, y les dijo:

  • Van mil pesos y mi resto.

“El Toro” y “El Rebanada” dijeron “no voy”. “El Chilaquil” le dijo:

  • Van mil pesos y lo que me sobra, y pago por ver. ¿Qué es lo que tienes?
  • Cuatro Jotos.
  • Ja, ja, ja. Valiste madre. Tengo cuatro ases.

“El Garrapata” soltó el aire, se jalo los pelos, y le dijo al ganador:

  • Ni modo. Dame mi retiro.

“El Chilaquil”, juntando el dinero, le dio 20 pesos. “El Garrapata” se metió a la cantina, jugó las jarras de pulque, y las perdió. Ése no era su día de suerte. Pidió unas cubas fiadas, y, decepcionado, se puso hasta las chanclas. Llegó a su casa cerca de la media noche, y lo primero que hizo fue discutir con su vieja, que ya lo estaba esperando.

  • Me trajiste lo del gasto.
  • Oh, chinga, todavía ni entro y ya me estás molestando. Mañana te lo doy.
  • ¿No comprendes que tus hijos y yo no hemos comido? Te estuvimos esperando. Los niños se durmieron sin comer y sin cenar.
  • ¡Ya cállate el pinche hocico! Lo perdí todo. Perdí todo el dinero, y tú tienes la culpa. Me echas la mala suerte. ¡Ya cállate, deja de estar chingando!

La señora Juana se secó las lágrimas, y le dijo:

  • Vas a ver, cabrón. Al rato que te duermas, ya no vas a despertar. Te juro que te voy a dar en toda tu madre.
  • Ja, ja, ja. Ahora sí me hiciste reír sin ganas. Todavía no nace el que me dé en la madre. Así es que cierra el hocico y tus ojitos, y mañana nos vemos.

Cuando cantó el gallo, doña Juana llevó a sus hijos a la casa de su mamá, que vivía en la misma vecindad, en la calle de Observatorio. Regresó, y al ver que “El Garrapata” estaba durmiendo con el hocico abierto, se metió al otro cuarto, agarró un martillo y se pegó y con él en la cabeza; con el puño cerrado, se golpeó la cara, y se dio de topes contra la pared. La señora, para cerrar con broche de oro, se dio otro martillazo en el hocico, volándose los dientes. Y no dejaba de llorar por el dolor que sentía. Cargó al niño de brazos, y llegó ante el Ministerio Público, a demandar a su viejo, diciéndole que la había golpeado.

  • Vengo a poner mi demanda en contra de mi viejo.  Cada que llega borracho me pega, no me da de comer. Mire cómo está mi niño, parece calaca. Andan sin zapatos; mi niña ya está grande, y no usa calzones porque no tiene. ¡Míreme cómo me dejó!

La señora lloraba, subiendo y bajando el moco.

  • Mire mis zapatos. Se me salen los dedos, y sólo tengo estos y los viejitos. No me da para comprarme otros. Le dije que iba a poner mi demanda ante las autoridades, y me gritó que ustedes se la pelan, que le hacen los mandados y se comen los pilones, y les mentó la madre.

El MP se enfureció por lo que le dijo la señora, y llamó a los agentes ministeriales.

  • Vayan a esta dirección, y me traen al golpeador de mujeres. Usted, pase a la enfermería para que la curen de sus lesiones, y tenga la seguridad que a ese desgraciado le vamos a dar un escarmiento.

Los agentes se quedaron mirando a la mujer, y le dijeron:

  • En un momento le traemos al que le pegó, y tenga la seguridad que esto lo va a pagar doble.

La señora les dijo a los ministeriales:

  • Por favor, tengan mucho cuidado. Mi señor está loco. Por hay dicen que ahorcó a su madre. Ponganse abusados, no los vaya a desmadrar.

Los ministeriales llegaron a cumplir con su deber. Tocaron al puerta, despertando al “Garrapata”, que hasta le escurría la baba, y contestó:

  • ¿Quién es, o el que sea? A ver si no están chingando, porque si me paro no se la van acabar. Es mejor que toquen retirada.
  • Los policías tumbaron la puerta a patadas, lo sacaron de las greñas, dándole de cachazos con la pistola en la cholla, se lo llevaron y lo pusieron a disposición del MP.
  • Con que muy machito, no? Ahora lo veremos.

Pasaron a doña Juana, que caminaba como cangrejo; se iba de lado, y al verla que estaba toda desmadrada, Fernando le preguntó, muy sorprendido:

  • ¿Qué te paso, vieja? Te machucó un carro, o te atropello un camión materialista.

Uno de los agentes le dio una cachetada.

  • No se haga pendejo. Usted la golpeó. Se va a quedar encerrado por un largo tiempo, hasta que la señora sane y estemos seguros de que no haya tenido consecuencias, porque con esta madriza que le dio se le ha de haber caído hasta la matriz.
  • Se los juro, por mi jefecita, que yo no fui.
  • ¡Desgraciado! Se lo estamos mostrando, y todavía lo niega. ¡Enciérrenlo!

“El Garrapata” estuvo encerrado en la penitenciaria 6 meses, hasta que su familia pagó una fianza de 5 mil pesos, que era muchísimo dinero en aquellos tiempos. La señora le dio el divorcio, y le metió la pensión del 25 % de cada uno de sus hijos, y tenía 10.  Estaba enterado que si le ponía la mano de nuevo a su ex esposa, se iba directo al bote. Regresó a la mina, y fue un hombre de bien. Un día, a la salida, le dijo “El Chincolo”:

  • Hay te va un volado de 100 pesos.
  • No me tientes. Ya no juego desde que mi vieja me ganó.

Y, desde entonces, “El Garrapata” ya no agarraba apuestas, ni juegos ni nada, porque su vieja también lo tenía castigado con la pensión de sus hijos, y tenía que trabajar toda la semana y tiempo extra para que le alcanzara. Sabíamos que su señora Juana, quería mucho al “Garrapata”, y se sacrificó golpeándose, para volviera a ser un hombre de bien, tal y como lo había conocido.

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