PIDO LA PALABRA
¿Qué es lo que tiene la investidura de servidor público que ha provocado que muchos de sus poseedores pierdan el piso?
Impunidad, esa maldita palabra que solo sirve para ocultar delitos, para esconder la displicencia de quienes deben tomar la mejor decisión para el pueblo pero que en ese proceso se dejaron agarrar la pierna sabiendo que sus acciones serán protegidas por sus compañeros de tribu bajo el refrán de “hoy por ti, mañana por mí”.
¿Qué es lo que tiene la investidura de servidor público que ha provocado que muchos de sus poseedores pierdan el piso?. Yo creo que nada en principio, pues no es la calidad de servidor público lo que ocasiona que la moralidad de algunos badulaques se vea relajada; más bien es su mediocridad y su apocada mentalidad lo que los hace sentir que son todopoderosos, pues muchos de esos sujetos jamás habían tenido la oportunidad de servir y por ello acaban por servirse del pueblo; en otros casos, es su ambición la que provoca una transmutación de los planes originalmente ofrecidos.
Cualquiera que sea la razón, el ciudadano sólo ha visto que la política, o más concretamente los políticos, son solo unos vividores de la sociedad; aunque en honor a la verdad, en ese grupo selecto de políticos mediocres y ambiciosos ni están todos los que son, ni son todos lo que están; sería incorrecto meter a todos en el mismo costal.
Lo cierto es que en últimos tiempos el concepto de “servidor público” se ha convertido en una sombra de nuestra época; lejos de verlos como un aliado en pos de objetivos de desarrollo social, se les ve como sinónimo de corrupción, como un sujeto prepotente que en el momento de exigirle el cumplimiento de sus funciones, enseguida sale con el argumento de que es persecución política.
Servidores públicos que se hacen llamar “funcionarios públicos” como para convencer y convencerse de que son poseedores de un poder que les otorga patente de corso; se han sentido intocables por ese malinterpretado fuero constitucional, creado para que los Diputados y Senadores no sean reconvenidos por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos y no para escudar sus tropelías tras una cortina de impunidad.
Bajo el manto sagrado de la impunidad se han blindado comparecencias de gobernantes para que nadie intente interpelarlos en sus impunes informes de labores; y por ello, para estos esbirros de la demagogia la preocupación ha sido poca o nula, saben que sus amigos en el Congreso local y quizá hasta en el federal, pararán cualquier intento de formar comisiones investigadoras de la verdad, que de todas maneras nada investigan; olvidando que solapar también es complicidad.
Pero esa tendencia debe terminar, y parece que muy pronto así tendría que ser, independientemente de quién lo haya promovido, pues ya veremos que pronto todos querrán acreditarse la paternidad de ese hijo que espero no nazca muerto en el Senado.
Sin embargo no debemos confiarnos, considero que eliminar el fuero debe ser solo la primera medida que se debe tomar en la búsqueda de la honestidad política y social; el siguiente paso corresponde ahora al ciudadano; eliminar de nuestro diccionario esa tendencia de arreglar nuestros asuntos a través de la “mordida”, de la dádiva a algún funcionario para agilizar los trámites, pues si bien es cierto que hay algunos funcionarios corruptos, también es cierto que no existe trampolín sin alberca.
No hagamos con nuestra conducta que las leyes se conviertan en ilusión óptica, convirtámonos en vigilantes de los actos de los políticos, pero también de nuestra propia conducta; la paz y la guerra comienzan en nuestra casa como diría la Madre Teresa de Calcuta.
Las palabras se las lleva el viento pero mi pensamiento escrito está.