El fin de los adjetivos

El fin de los adjetivos

RETRATOS HABLADOS

Apenas los primeros días del último mes del año, y las preocupaciones asaltan a todos por lo que pudiera traer el 2023, año previo a las elecciones presidenciales, y por lo tanto crucial en las tareas de los dos bandos totalmente definidos, radicalízanos, y crecientes en el odio de unos contra otros: los que buscarán a toda costa mantener el poder a trasmano, es decir con una candidata o un candidato totalmente dócil al actual Jefe de la Nación, o bien, si ninguno garantiza esa obediencia absoluta, empezar a generar la posibilidad de que anuncie en masiva marcha que oficialmente “ya no se pertenece” y por lo tanto le pertenece al pueblo, y el pueblo  disponga que se queda por tiempo indefinido.

Del otro lado los que también harán todo lo que sea necesario para impedir que continúe el proyecto de la Cuarta Transformación, porque juran que llevará al precipicio a la nación, a un barrranco sin fondo, del que nadie podrá sacarlo. 

En el justo medio: nadie. 

Nadie que reconozca las bondades, que las hay, de la administración López Obradorista, porque ahora resulta que todos son corruptos; nadie tampoco las de un sistema que se había eternizado en el poder, porque también resulta que todos, absolutamente todos son unos corruptos, pese a ser el origen de la mayoría que hoy tiene el poder en la mayor parte de México.

Ni un solo pronunciamiento que pudiera generar un signo, no de reconciliación, si por lo menos de coincidencia en un objetivo común: hacer de nuestra nación un mejor espacio para la convivencia, porque ni los fifís se van a ir, y tampoco los chairos. Pero por principio de cuentas debemos hacernos ajenos a esas absurdas clasificaciones, a los calificativos que pululan a diestra y siniestra, porque de origen descalifican al que está enfrente, lo convierten en enemigo, adversario o algo por el estilo.

Ni los unos ni los otros han obtenido ganancia de colgarse esos adjetivos, sí en cambio los que han impuesto esos moldes y modelos de ver la existencia. Si de verdad el pueblo, el grueso de la población quien manda, dejemos que la sabiduría ancestral que sí existe, decida si quiere ver a su semejante como un “adversario” eterno, o confían en que caminar juntos puede ser la solución para problemas que nunca han alcanzado solución.

Dejemos de pelear por el poder, y modifiquemos la visión de la vida misma, por una que implique un andar por el camino, que además no hay otro.

Porque en tanto se mantenga la pelea a muerte por ver quién manda, quién impone su visión del mundo, no vamos a ir a ninguna parte. Seguirá el temor por lo que nos traiga el 2023, el terror por las decisiones que tomen los que llegan al poder y su muy particular visión de las cosas, porque además, según estas teorías, es imposible concebir una sociedad si no existe un odio constante, recio, de unos contra otros.

En tanto habrá que pensar, re pensar cada mes, cada semana, cada instante del 2022 que está por terminar, y del cual, sea como sea, llegamos con vida, con trabajo, con la legítima esperanza de que el Año Nuevo nos permita encontrar más elementos que nos lleven al progreso, al logro de cada uno de nuestros objetivos, en donde, para fortuna nuestra, nos acompañan muchos compañeros y compañeras de vida.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.MX

@JavierEPeralta

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