Acá estamos en Guadalajara, Jalisco, palpitando la euforia que provoca uno de los últimos grandes ídolos de México estas triunfadoras tierras.
El sábado en el estadio Akron, ante 50 mil personas y muchos millones más por televisión, sale al ring buscando derrotar al octavo británico en su carrera.
John Ryder sabe que se subió a la gran fiesta del mexicano, pero la enorme pregunta es: ¿Cómo hacerle pelea al tapatío?
Ya que Ryder no tiene ese recorrido y —sobre todo— la pegada y el nivel del mexicano, genera grandes dudas lo que pueda hacer sobre el cuadrilátero.
Es por eso que tiene la oportunidad de ser el gran villano histórico o sólo ser comparsa en las celebraciones de Saúl.
“Canelo” no puede hacer confianza, pero —sin duda— se le ve muy tranquilo y gozando, con su familia, con todos sus hermanos y papá; incluso, ayer recibieron un sentido homenaje de Récord Guinness, ya que en una sola función pelearon seis hermanos y, por eso, en la conferencia de prensa se les reconoció.
Saúl sabe lo que mueve y ahora tiene la madurez ganada desde su segunda derrota, que fue contra Dmitry Bivol.
Ya está más sereno para recuperar ese carisma que lo rodea y lo hace ser uno de los grandes exponentes culturales, con todas sus letras y con todos sus puños, de México.
El sábado, lo que estará en juego ya no es el orgullo, ni la credibilidad del mejor libra por libra del mundo, sino lo que mueve por un país, desde su show al salir hasta la forma que tiene de fajarse, moverse sobre el ring.
Una marca que llegó para quedarse, una leyenda de nuestro deporte que está generando más pasión e identidad con su gente, con su país y con su tierra.
Guadalajara vibra, siente a su “Canelo”.
¡Bienvenidos, bienvenidos! Al fenómeno de Saúl “Canelo” Álvarez.
