Atrévete a pensar (I y II)
- Normalmente las guerras, las disputas y las luchas personales han ensombrecido muy buena parte del tiempo humano…
En 1795 Emmanuel Kant escribía una pequeña obra titulada La paz perpetua. Intenta de manera condensada establecer bases para que la sociedad mundial pueda vivir en paz sin desconocer la tendencia natural que existe en todas las personas de querer hacer lo que es su voluntad. Reconoce la lucha permanente entre lo que quiero hacer y lo que debo o puedo hacer.
La historia de la humanidad no ha rezumado demasiados tiempos de paz. Normalmente las guerras, las disputas y las luchas personales han ensombrecido muy buena parte del tiempo humano. Parece que el estado natural de la humanidad se expresa mediante la violencia. Lo mismo sucedía en el siglo XVIII kantiano y en el siglo XXI mexicano. Quizá algo nos pueda decir el de Königsberg hoy a nosotros.
El autor prusiano menciona tres aspectos que merece trabajar por parte de las sociedades para poder vivir en paz. El primero de ellos es la sujeción al derecho. La sociedad ilustrada del siglo XVIII recogió agradecidamente las luchas de otros siglos por repartir porciones de poder y de decisión entre las personas, no solo entre las clases nobles o adineradas. El derecho justamente evita los privilegios y asegura la igualdad que la Revolución Francesa puso en el centro de sus reclamos. El derecho no es pues, un capricho o solamente una convención acordada por nuestros representantes. En la justicia del derecho se empeña la calidad de la vida cotidiana de un país. Cuando se dice que nadie por encima de la ley es porque todos estamos seguros y sujetos a ella. El orgullo de un ciudadano que se siente cercano a sus vecinos debe ser la vinculación con las leyes y su cumplimiento. ¿Será así como vemos nuestras leyes, su creación y su administración en el México actual? Si fuéramos inteligentes estaríamos de acuerdo en que es más racional vivir todos mejor mediante la ley que no peor mediante los arrebatos de libertad absoluta que cada uno quisiera. El agandalle, deporte nacional, no sería muy coherente con esta racionalidad, parece que no nos hace vivir mejor a todos.
El segundo aspecto que proféticamente menciona Kant es el referente a una federación de naciones regida por un derecho internacional cosmopolita. No se trata de unirnos todos en una sola hermandad mundial, es prácticamente imposible. Pero sí nos podemos reglar bajo las mismas bases y comprometernos a ayudarnos unos a otros. Con el ataque del Covid no es muy claro aún que las naciones hayamos entendido la relevancia de cooperar unos con otros. Parece que cada país busca tener sus propias soluciones, sus propias vacunas, sus propios métodos de medida y sus propios muertos. Otros casos de esta herramienta que ocupan nuestra cotidianidad son las extradiciones de extranjero, los juicios en otros países de personas delincuentes mexicanas, la presencia del GIEI en el caso Ayotzinapa… Cooperación internacional que ayuda a una mayor justicia.
El tercer aspecto tiene que ver con lo que Kant llama “espíritu comercial”. Era consciente del valor que la economía iba tomando en la realidad. Sin embargo, no puede concebir que por deudas y cuestiones económicas ni personas ni países pierdan parte de su libertad. Deudas externas, países pobres y países ricos, ventas de armas, migraciones por inseguridad o hambre no serían tampoco racionales porque mantienen a unos sometidos a los otros. ¿Esta crisis económica que vivimos y las que viviremos tendrán algo que ver con todo esto?
El derecho nacional, las leyes internacionales y el espíritu comercial eran aspectos que Kant contemplaba como herramientas que bien manejadas podían asegurar la paz mundial, reconociendo dificultades y problemas de entendimiento. ¿Bien manejadas y actualizadas podrán servir hoy para nosotros?
Atrévete a pensar (II)
Poco antes de La paz perpetua, Kant había presentado un opúsculo o ensayo que respondía al título Respuesta a la pregunta: ¿qué es ilustración? (1784). En él intenta describir lo que para él es la esencia del movimiento que llena el siglo XVIII, no solo europeo, sino también americano, y que desea guiar a la humanidad a un nuevo amanecer que dé mejores condiciones de vida.
El modelo del nuevo hombre moderno es el del ciudadano que piensa por sí mismo y toma las decisiones contrastando sus acciones con las máximas que le aseguran la moralidad práctica. El hombre moderno es principalmente autónomo. No es un vasallo o esclavo que tiene puesta su mirada en el amo que le ordena lo que debe hacer.
La invitación de la Ilustración es a “atreverse a pensar”, a decidirse a tener ideas propias nacidas del propio criterio. La verdad ya no es la que indica la religión ni los poderes establecidos, sino la que el hombre libre es capaz de encontrar para bien personal y social.
La educación tiene un valor sobresaliente en este contexto. Entonces, como hoy, la educación tiene que plantearse el riesgo de hacer pensar a los alumnos de manera crítica sin casarse con ideas preconcebidas ni prejuicios gratuitos. El recto pensar, la buena información, la buena voluntad para guiarse por lo mejor son elementos que apoyan un hombre nuevo y una nueva humanidad.
El río de informaciones de nuestros días, la incertidumbre respecto a su fuente e intención, la rapidez en el flujo noticioso son elementos actuales que complican sobremanera el que los jóvenes y adolescentes puedan fijar un criterio propio guiado por las mejores condiciones morales. Como pensaría Baudrillard, no es claro a nuestros ojos qué es lo auténtico y qué es lo virtual, qué es la realidad y qué la hiperrealidad.
Todo lo relacionado con el derecho, el cuidado con una interrelación internacional global, el espíritu comercial con finalidad de igualdad y la importancia de la educación para la creación de un ciudadano ético y cosmopolita pueden convertirse, siguiendo el pensamiento kantiano, en bases para analizar y proponer vías de mejora para nuestras sociedades actuales.
La racionalidad evita el impulso irreflexivo e incontenido de los deseos más bajos; la autonomía aleja las fake news, los bots y los prejuicios ideológicos con sus confrontaciones; la moral suspende la dinámica del agandalle y nos abre al bien personal y comunitario; la ciudadanía cosmopolita nos aleja de la discriminación y de la condena del diferente. ¿Todo esto podrá servirnos de algo para mejorar nuestros días en nuestro país?