
Ánimos crispados
Un anhelo perenne de la humanidad ha sido conseguir la paz. Vivir sin violencia, sin riesgo de guerra, sin amenaza por parte de cualquier poder son esperanzas que han albergado sentimientos y razonamientos que han ocupado a las principales personalidades de cada momento histórico.
Si nos asomamos al tratado breve que Kant escribió en 1795 queda clara la confianza en poder organizarnos socialmente sin tener que vivir bajo el terror de la muerte, de la enfermedad y de la guerra. El comercio, las leyes, la racionalidad son algunas de las herramientas en que el de Königsberg cifraba su esperanza para conseguir la paz.
En nuestros días, pareciera que no hacemos mayor caso a este suspiro ancestral. La disputa, la agresividad, la amenaza, la exhibición de fuerza, la palabra afilada y la polarización son algunas de las realidades que afloran a la vida pública para plantar semillas de pugna.
Desde hace semanas tenemos el foco de las noticias puesto en Ucrania. A sus puertas por el oriente está un contingente numeroso de fuerzas rusas. Dicen que están haciendo prácticas militares, sin más. Por el lado occidental de Ucrania se agolpan las fuerzas del Tratado Atlántico Norte que parecía cuasi desaparecido hasta este momento. Estados Unidos vigila y amenaza desde su posición continental privilegiada. La vía diplomática está trabajando a marchas forzadas para que las cosas no vayan más allá de la situación que se vive actualmente.
Rusia se siente insegura frente a la amenaza occidental. El surtido de energía desde oriente al centro de Europa también adquiere relevancia. Rusia busca aliados y se acerca al gigante chino. Dentro de la Unión Europea algunos piensan que hay que poner las fichas militares en el tablero real ucraniano, otros apuestan aún por la vía diplomática y dialogante. De todas maneras, hay fuerzas militares por parte europea en el sitio.
En México las cosas no son demasiado pacíficas. A todos los problemas cuasicrónicos con los que vivimos y que hemos tocado ya en algunas columnas previas, hay que continuar sumando las tensiones que junto y desde la presidencia de la república se provocan. Periodistas asesinados, centros educativos criticados, intento de control de la libre expresión de los periodistas, usos de recursos no muy claros, solicitud al Reino de España de una pausa en las relaciones…son algunos de los ítems que tensionan nuestra realidad. La polaridad se agudiza, no nos vemos como una comunidad sino como un ring en donde se pelea palmo a palmo una parcela de razón a base de intentar desaparecer al que tengo enfrente.
Las mentes más sesudas de la humanidad han intentado explicar qué es lo que anida en el interior del ser humano para buscar la pugna constantemente. Nada está claro. Pero el hecho es que cuando nos golpea un problema de salud y económico como es el covid, algunas sociedades se entretienen con nuevas amenazas que justifiquen defender el territorio, sea físico o ideológico, que nos afianza como autónomos y originales. La centralidad del yo, de lo mío, como justificación para ponernos a la defensiva está un poco a la base de tanta violencia, dolor y sufrimiento. ¿Qué hacemos con la capacidad que también tenemos de ser generosos, débiles, altruistas y solidarios?