
Regresos a Ítaca
Cuenta la Odisea el viaje de retorno que Ulises realizó tras la desgastante guerra por la conquista de Troya. A los diez años que Odiseo ocupó en la guerra le corresponden otros tantos que tuvo que invertir en su viaje de vuelta a casa, enfrentando y venciendo los diferentes riesgos que le salieron al paso.
Este viaje, largo y peligroso, mientras su familia corría también diferentes riesgos, se ha convertido en la historia de la literatura y del pensamiento en un modelo del viaje existencial que todos tenemos que recorrer en la propia vida. E. Levinas en su opúsculo La huella del otro, siguiendo al modelo de otro viajante como lo fue Abraham, habla de que el ser humano inevitablemente se desarrolla siguiendo un camino que lo lleva afuera de él mismo (Éx-odo), y que lo conduce hacia el encuentro con el rostro del otro y, por lo tanto, con la parte más personal de la propia persona.
No pocas personas están en estas fechas en movimiento. Las centrales de autobuses, las carreteras y los aeropuertos, están muy ocupados con las personas que vienen y van de un lugar a otro. Se esfuerzan por ocupar tiempo en el traslado, invierten dinero, cargan con pesos anormales con tal de poderse encontrar con los seres queridos que son los que van a visitar. Unas personas salen al encuentro de otras para quererse. Entre medias hay otro mundo humano que es el necesario para poderse encontrar: choferes de camiones, pilotos de avión… En definitiva, se vive la experiencia de necesitar de los otros, bien sea para moverse o bien sea para quererse, para ser uno mismo quien quiere ser.
En mitad del consumo y de las ocupaciones que nos mueven en estas fechas navideñas y vacacionales, puede aprovecharse para ser consciente de la menesterosidad de todo ser humano. Es decir, somos menesterosos, necesitados de los otros hacia los que enfocamos nuestros encuentros. Es así que, desde ellos y sólo desde ellos, nos reconocemos a nosotros mismos en justa medida.
El viaje existencial comienza en los seres queridos y nos ponen en movimiento para encontrarnos con ellos. Ulises tuvo la intención de regresar con Telémaco y Penélope, porque eran los que guiaban sus pasos. Ítaca significaba querencia, significaba cariño. Además, significaba auténtico hogar, punto de salida y rumbo de llegada. Los recuerdos y los anhelos confluían en un mismo lugar. Así la intención de los viajeros.
También el fin de año nos invita a ser conscientes de la menesterosidad de la que hemos hablado, nos empuja a replantearnos metas y objetivos. Nos estamos acercando a la aventura del 2022 con incertidumbre y miedos por el entorno que nos rodea. Quizá el peor escenario pueda ser enfrentarnos al cambio de año sintiéndonos personalmente perdidos o, peor aún, sintiéndonos autosuficientes. La experiencia de los viajeros, la experiencia del cambio de año y la propia realidad que nos rodea, nos empujan a reconocer la importancia, seamos conscientes o no, que los otros tienen en nuestra vida. Ojalá y siempre seamos capaces de regresar a nosotros mismos en el encuentro con el otro. Ítaca o está en los demás o no se puede encontrar.