El Faro

El Faro

Infinity war

Este es el título de una de las recientes películas de Marvel en las que los Vengadores luchan denodadamente contra el malo de la película que es Thanos. Éste se adueña de las gemas del universo (tiempo, espacio, alma…) con la finalidad de poder controlarlo, destruyendo la vida. El malvado antagonista consigue su propósito y de manera aleatoria, una porción de la humanidad desaparece como polvo.

En medio de esta tragedia, los personajes que permanecen con vida se preguntan los motivos por los que siguen vivos, mezclados con el sentimiento de ausencia y con la sensación de injusticia porque por la voluntad de Thanos unos viven y otros no.

Me parece que de esta película podemos también transpolar enseñanzas a nuestra realidad actual. No hay un personaje en nuestras vidas que se llame Thanos y que tenga el destino de nuestro acontecer en sus manos. 

Vivimos en nuestro mundo en estos días situaciones que, cuando menos, son extrañas. En Europa los jóvenes se han adueñado de las calles. Las fiestas, el alcohol, el baile, la convivencia se han apoderado de su deseo. Al mismo tiempo la variante delta del coronavirus se extiende vertiginosamente por los contactos descontrolados de la juventud. El viejo continente no es capaz de poder reflexionar sobre la necesidad de que aunque sea verano y el clima ayude hay que ser todos juntos, como sociedad, prudentes para salir de la mejor manera y cuanto antes de la pandemia. Los derechos de los jóvenes a divertirse, el cálculo político-administrativo, la deshumanización de las estadísticas que nos ha acostumbrado a hablar de muertos como si fueran números y el individualismo crónico les empuja a tener que tomar medidas de confinamiento reforzadas que van a complicar tanto la diversión de los jóvenes, como el avance político-económico como el abultamiento de las cifras de muertos y de dolor. No parece muy inteligente.

Al mismo tiempo, es noticia en estos días, como algunos de los personajes más ricos del globo comienzan una carrera por ser el primero en participar en un vuelo extraterrestre. Asistimos todos atónitos, por irrelevante, a si los noticieros nos comunican que uno de ellos ya viajó y lo hizo unos pocos días antes que el otro. Como si nuestras vidas dependieran de ellos y de sus caprichos ostentosos.

Por último, y siguiendo con el periódico en la mano, nos informan que en Estados Unidos las farmacias tienen que tirar a la basura las vacunas que están caducando porque no hay quien se las quiera poner. En ese país sobran vacunas y en otros muchos del mundo son insuficientes. Unos tanto y otros tan poco. Y sabemos que las nuevas variantes pueden neutralizar buena parte de los beneficios de la vacuna. Pero antes de regalárselas a quien no tiene, mejor las tiro a la basura porque ya caducaron. No parece muy inteligente.

Si todos estos casos dependieran solamente de la razón y de la inteligencia práctica, sería relativamente fácil analizarlos y modificarlos. Sin embargo, es muy posible, que a la falta de inteligencia evidente en ellos, subsista un sentimiento de egoísmo, de conciencia de derechos propios sin respeto con la solidaridad hacia quien más lo necesite y de prepotencia de hacer lo que quiero porque puedo.