EL FARO

Pocos son los no privilegiados

  • En México hay dos franjas de población que podemos considerar como “privilegiadas”

Con el Covid-19 como contexto se ha estado comentando y analizando con frecuencia, quiénes son los privilegiados que pueden realmente guardarse en casa cumpliendo con el confinamiento, quienes pueden realizar teletrabajo, quienes no han perdido su puesto de trabajo… y, por el contrario, quienes tienen que salir a trabajar porque si no, no comen, o quienes viven al día o quienes no tienen ningún soporte estructural de bienestar que les permita afrontar la crisis del coronavirus con mayor seguridad y certeza.

“Privilegiado” es una palabra que esconde su origen en el latín legal romano y hace referencia a una persona que, por decisión de un superior, queda exenta (privus) del cumplimiento de una determinada ley (legium) que sí afecta a los demás.

Teniendo en cuenta el significado de la palabra e intentando no perder de vista los cuestionamientos anteriores, podemos adelantar que en México hay dos franjas de población que podemos considerar como “privilegiadas”. La pequeña clase más alta, que cotiza en dólares, vive en el mundo y México se les queda pequeño para sus negocios y propiedades (determinados empresarios, políticos o artistas…). Están por su propia condición, tienen claros sus privilegios en muchas circunstancias de la vida (contactos, poder, influencias, favores…). 

Por otra parte, la gran clase más baja que trabaja sin nómina, sin cotizar en el IMSS, sin tener existencia para el SAT o SHCP, a la que se le pide que ahorre sin decirle cómo, que en ocasiones no tiene acceso a determinados bienes de consumo… A esta clase más baja podríamos comprenderla dentro de la informalidad. Evidentemente ambas clases son privilegiadas, atendiendo a la etimología, pero lo son de manera totalmente diferente.

A los informales podemos sumarles los que son semiinformales de clase media, es decir, todos aquellos que cobran una determinada cantidad de dinero, pero su patrón les cotiza sobre otra cantidad, normalmente mucho menor. En esta circunstancia están muchos de los funcionarios de los tres órdenes de gobierno, por ejemplo. Al final de sus días laborales, cuando se enfrenten a la pensión que pueden cobrar, se tendrán que adaptar a la pequeña cantidad que su patrón les ha declarado. El patrón, a cambio, se habrá ahorrado el pago de unos buenos impuestos, aunque sean del mismo gobierno.

En definitiva, nuevamente atendiendo a la etimología, solamente una pequeña franja de clase media es la que no tiene realmente privilegios. Trabaja como asalariada, su patrón declara lo que paga en nómina, paga los impuestos correspondientes al IMSS, al INFONAVIT, al SAT, a todo el mundo. 

Una de las tareas que podríamos considerar para la venidera etapa post Covid-19 es si no estaríamos todos mucho mejor en una única clase no privilegiada, que aportara al común según sus posibilidades y que el gobierno se encargara de redistribuir también de manera proporcional los bienes sociales que debe asegurar. ¿Será posible?