2020
Estamos llegando a los últimos días del año, que hace un tiempo hacía gracia porque repetía la cifra, veinte veinte. Parecía que iba a ser un tiempo fácil de recordar y alguno lo asimilaba con una posibilidad de buena suerte. Y así comenzó hasta que lo que íbamos viendo que sucedía en otras partes del mundo nos alcanzó.
En estas fechas estamos todos felicitándonos por la navidad y compartiendo nuestros mejores deseos para el año que está tan cerca, a punto de llegar. De paso, se nos escapa de la boca el anhelo de que llegue cuanto antes, para dejar en el olvido el desgraciado año 2020.
Sin embargo, tendríamos que darnos la oportunidad para reflexionar si es conveniente olvidar el año que estamos concluyendo o no. Hemos pasado las suficientes desgracias como para simplemente echarlas al olvido.
La Covid-19, como a otras muchas naciones, nos sorprendió, sin sospechar lo que se nos venía encima. Si olvidamos sin más no nos podremos dar cuenta del porqué nos sorprendió de la forma que lo hizo.
No podremos poner solución a nuestra eterna incapacidad de organizarnos y de ser responsables como ciudadanos. No podremos solucionar la débil situación de nuestro sistema de salud que ha costado varios miles de vidas. No podremos darnos cuenta del motivo por el que tantas personas han tenido que seguir en la calle arriesgando su vida para poder sobrevivir. Seríamos incapaces de analizar las razones por las que tantas pequeñas y medianas empresas han tenido que cerrar o pasar a la informalidad. Se nos olvidaría el tiempo que hemos tardado en saber si el gobierno tiene un plan de compra y de disposición de vacunas. No podríamos darnos cuenta de las decenas de miles de compatriotas que han sido asesinados durante este año. Y así podríamos seguir con otros muchos rubros de nuestra situación.
Con todos los datos del párrafo anterior, entre otros muchos que se podrían obtener, el olvido no sería una manera de seguir adelante con mirada de esperanza en el futuro. El olvido sería, más bien, un encubrimiento de la verdad y de la realidad, una huida hacia delante porque no tenemos el valor de enfrentar las cosas. Y de paso, nos condenaríamos, a seguir viviendo de la misma manera hasta la siguiente ocasión, que cada vez tarda menos en llegar.
Eso, el olvido, quizá, le convendría a la clase dirigente o a algunos otros capaces de poner por delante sus intereses antes que a las personas, pero bajo ninguna circunstancia nos convendría a nosotros como ciudadanos. Si no somos capaces de darnos cuenta de la realidad, ella nos alcanzará de nuevo y nos volverá a pasar factura. ¿Estamos dispuestos a pagar el mismo precio que el que ya hemos pagado en este agonizante año 2020?