Niñitos sin escuela
Desde el pasado mes de marzo, más o menos, la mayoría de las instituciones educativas decidieron suspender actividades presenciales, prepararse para el nuevo modelo de impartir de manera virtual los contenidos pendientes para concluir el semestre. No pocos, en aquel momento, pensaban que la medida era temporal y para un intervalo muy pequeño.
Lo que se creía sería la conclusión del semestre se impuso como comienzo del presente periodo lectivo. Ahora, en nuestros días, muchos comentarios de autoridades de jerarquía variada en el mundo, giran en torno a la esperanza de que antes de finalizar el año exista ya una vacuna segura y eficaz. Mientras tanto, lo más seguro es que el presente semestre se concluya de manera virtual. Tampoco es nada segura la existencia de la mencionada vacuna y que el segundo periodo del año lectivo 2020-2021 no sea también virtual.
La inmensa mayoría de los alumnos de todos los niveles están haciendo su esfuerzo, conjuntamente con los profesores, padres de familia y las instituciones, para salir adelante y no parar las actividades. Sin embargo, existe un pequeño número de alumnos chiquitos que están en kínder o preprimaria, y que no todos están en las escuelas.
Algunos padres de familia piensan que sus niños, si no están en condiciones presenciales, pueden quedarse en casa sin participar en las actividades virtuales que las escuelas organizan. Dan de baja a sus niños y permanecen a la espera de la presencialidad. Consideran que los niños no pierden nada si desde marzo hasta diciembre, cuando menos, se recluyen en sus casas y se desentienden de la escuela.
Pareciera que el niñito no necesita compañía y relación, aunque sea solo virtual, con sus compañeritos. Pareciera que las habilidades que durante la primera parte del ciclo lectivo 2019-2020 se estuvieron trabajando no se les olvidan. Pareciera que el reconocimiento de las letras y de los números ya es propiedad del niño. Pareciera que la autonomía a la hora de hacer sus tareas, conforme sus capacidades, no se pierde.
La construcción del niño depende de su entorno emocional, según consideraciones de B. Cyrulnik, junto con sus propias posibilidades biológicas y temperamentales. De este entorno depende en buena medida toda la capacidad vital de sobreponerse a las dificultades en la vida de una manera constructiva. Es decir, de él depende la resiliencia del niño durante toda su existencia.
Por supuesto, que los papás son posiciones claves en este entorno, mas no son los únicos factores. El resto de la familia, los amiguitos, los compañeros y maestros de la escuela son también personas importantes para la construcción del niño.
Los niños necesitan sus compañías de la escuela, no es suficiente estar en casa guardados durante tanto tiempo. Aun con los problemas que cargan en estos momentos los adultos, no es motivo suficiente para olvidarse de las necesidades de los más pequeñines de nuestra sociedad.