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El fantasma de la Casa de Carranza

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Mochilazo en el tiempo             

La sala está envuelta por un abrumador silencio, mientras más profundo, más se alcanzan a escuchar los murmullos; son las oraciones del velorio de Carranza. Se oye el llanto de su hija Julia, el de sus cuatro medios hermanos y el de Ernestina Hernández, su amante

 

Como si hubiera predicho su muerte, Venustiano Carranza pagó seis meses de renta por adelantado del inmueble que se convertiría en su última casa. El arrendamiento se venció en mayo de 1920, fecha en que fue asesinado. La mansión se ubica en la calle Río Lerma 35, en la delegación Cuauhtémoc, y hoy es conocido como el Museo Casa Carranza.

En la foto antigua del comparativo se puede observar cuando el inmueble estaba ocupado por militares, pues sirvió de cuartel militar durante la Decena Trágica en 1913. En la imagen actual se observa la fachada amarilla de la mansión ya como museo. Construcción que destaca entre otras de la zona. Al entrar a la casa del presidente Carranza se olvidan las oficinas de negocios, los altos edificios y los vendedores ambulantes que ahora están alrededor. Dentro de la construcción, las paredes te resguardan de otras épocas.

La sala está envuelta por un abrumador silencio, mientras más profundo, más se alcanzan a escuchar los murmullos; son las oraciones del velorio de Carranza. Se oye el llanto de su hija Julia, el de sus cuatro medios hermanos y el de Ernestina Hernández, su amante. Retumba la ausencia de la mayoría de sus amigos; los civiles que fueron encerrados en la cárcel de Lecumberri y los militares aprisionados en Tlatelolco, tras la muerte del presidente.

Sólo hay una mirada amiga, la de Félix Palavicini, diputado en el Congreso Constituyente de Querétaro y fundador de EL UNIVERSAL; desde un retrato que les hizo Gerardo Murillo, el Dr Atl, y que aún reposa en la sala del recinto.

En 1920, se aglomeraron una multitud de curiosos a las afueras de la residencia para ver el féretro del presidente. Sin embargo, las primeras personas en entrar al inmueble lo logran hasta 1961, cuando Julia dona la morada y el presidente Adolfo López Mateos la transforma en el Museo Casa Carranza.

Enclavada en el corazón de la colonia Cuauhtémoc, la magnífica casa porfiriana cuenta con 13 salas de exhibición permanente, el auditorio, la galería y la biblioteca, donde se encuentra uno de los siete álbumes sobre Carranza, pertenecientes a la Coordinación Nacional de Monumentos del INAH. La colección posee desde fotos del presidente en frac en Palacio Nacional, hasta tardes de excursiones al Desierto de los Leones o a La Cañada de Querétaro.

A pesar de dirigir un ejército, “Venustiano Carranza estaba convencido de que el militarismo era una lacra para México. Esa postura lo llevó a la muerte”, afirma el doctor en Historia y curador del Museo Casa Carranza, Edwin Álvarez. Pues aunque Carranza asumió el título de Primer Jefe, éste aludía a su condición entre civil y militar. Usaba uniforme, pero siempre se negó a portar insignias para distinguirse de los militares. Situación que podemos observar en la imagen que ilustra el texto; en esta fotografía de finales de los veinte aparece el presidente Venustiano Carranza mientras baja de un tren revolucionario.

Así, en 1920, Carranza tuvo que abandonar el Poder Ejecutivo. Los dos candidatos fuertes para sucederlo eran los generales Pablo González y Álvaro Obregón, su mano derecha e izquierda. Sin embargo, Carranza quería que un civil le sucediera, por eso nombró a su propio candidato: Ignacio Bonillas, quien fue embajador en Estados Unidos y secretario de Hacienda.

Bonillas no tenía probabilidad de ganar. El candidato más fuerte era Álvaro Obregón. Para desacreditarlo, Carranza lo vinculó con un general rebelde y ordenó que lo arrestaran. Al mismo tiempo, en Sonora estalló una rebelión contra Carranza. En secreto, Obregón se fugó de la Ciudad de México. Al enterarse los rebeldes de que estaba prófugo, lo nombraron líder del levantamiento. Este hecho es conocido como el Plan de Agua Prieta.

El ejército se levantó en armas a favor de Obregón. Con la suerte en su contra, Carranza intentó escapar en tren a Veracruz; pero nunca llegó. Sus camaradas fueron apresados y el 21 de mayo fue asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla. Los restos del Barón de Cuatrociénegas, como se le conocía por haber nacido es esa ciudad de Coahuila, fueron trasladados a la Ciudad de México y velados en la casa que habitó en la colonia Cuauhtémoc.

A un lado de la sala, y parado frente al vestíbulo donde se velaron a cinco diputados constituyentes, Ricardo Villa, agente de seguridad, relata que a veces hay cosas especiales o sobrenaturales. “No sé cómo le llame la gente: mala vibra, fuerzas… Siempre se queda algo”.

El origen de la casa se remonta al siglo XIX, cuando en la ciudad había gran demanda de vivienda por el aumento de población. A finales de este siglo, las familias ricas se fueron alejando del centro tradicional para situarse en las nuevas colonias, como la Cuauhtémoc y la Juárez, que ocuparon el terreno de la Hacienda de la Teja.

El ingeniero Stampa construyó la casa en 1908, quería habitarla con su familia; sin embargo, la abandonó durante la Decena Trágica, lapso en que fue ocupada por Felipe Ángeles como cuartel general de las fuerzas revolucionarias, ya que se ubicaba cerca de la Estación Colonia de los Ferrocarriles.

“La señora que antes hacía la limpieza nos contó que oía pasos en el auditorio. También se escucha que bajan a la galería. Lo que ella pensaba es que eran pasos de Venustiano Carranza, aunque posiblemente son del general Felipe Ángeles”, explica Cecilia Hernández, custodia del museo.

Cuando los pasos son livianos, en el museo recuerdan a Ernestina Hernández Torices, amante de Carranza con quien tuvo cuatro hijos. “Algunos afirman que él arregló las leyes del divorcio para poder separarse de su esposa, Virginia; pero nunca se divorció, enviudó estando casado. Carranza vivía con su hija, Julia, y Ernestina habitaba a unas calles. Cuando Carranza murió, Julia admitió en su casa a sus medios hermanos y les dio un apoyo económico”, asegura el curador del museo.

El Museo Casa Carranza conserva muchas pertenencias del Primer Jefe y de su hija; muebles, como su escritorio, la ropa que tenía puesta el presidente cuando murió, sus anteojos y plumas. Una de las piezas más emblemáticas es el Plan de Guadalupe, que se encontró oculto en la pata izquierda de la cama de Julia.

Si hay un fantasma o varios no se sabe, pero en Casa Carranza los pasos más pesados que parecen escucharse se desvanecen en el despacho, donde sólo se oye el eco gastado de una vieja Olivier, la máquina de escribir con la que Carranza redactaría el original de la Constitución de 1917. Ahí donde una silueta confunde el pasado con el presente.