El Estado Islámico arrasa con Nimrud y sus tesoros asirios

El viejo esplendor de las ruinas de Nimrud, una de las principales capitales de la civilización asiria citada incluso en la Biblia, llegó a su fin. Los bárbaros del autodenominado Estado Islámico han borrado sus últimos vestigios a golpe de maquinaria pesada, denunció el Gobierno iraquí y jefes tribales.

 

Levantada hace más de 3.000 años, la ciudad de Nimrud -se menciona con el nombre de Calah en el Antiguo Testamento- está situada a orillas del río Tigris a unos 30 kilómetros al sureste de Mosul, la segunda ciudad de Irak, que está en manos yihadistas desde el pasado junio.

Aunque parte de su enorme tesoro fue trasladado hace años al museo de Bagdad o al extranjero, aún conservaba estatuas de ‘Lammasu’, los inmensos hombre-toro alados con cuerpo de bóvido, alas de águila y testa de hombre que montaban guardia a las puertas de las ciudades o los palacetes de sus reyes. Las figuras son un icono de la civilización asiria que ocupó el norte de la antigua Mesopotamia entre el 1813 a.C. y el 609 a.C.

Según el ministerio de Turismo y Antigüedades iraquí, la destrucción del lugar se produjo el jueves. Miembros del IS emplearon vehículos y maquinaria pesada para arrasar el último legado de Nimrud, que fue capital del imperio Asirio durante un siglo. En su comunicado, el Gobierno no proporcionó detalles sobre el desastre pero pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para avanzar en la protección del patrimonio iraquí ante las acciones del Estado Islámico, que siguen “desafiando la voluntad del mundo y los sentimientos de la humanidad”. “Irak está en la primer línea de defensa contra el Estado Islámico”, señala la nota.. La directora general de la Unesco, Irina Bokova, calificó de “crimen de guerra” lo ocurrido.

 

La destrucción de Nimrud se produce justo una semana después de que la organización yihadista se jactara en vídeo de haber despedazado las esculturas asirias del museo de Mosul y varios ejemplares de “Lammasu” de las ruinas de Nínive y Hatra, que se remontan al siglo VII a.C. En los fotogramas, un batallón de barbudos descarga su furia sobre las salas del centro: lanza al suelo los preciados objetos; los desmenuza con mazas y martillos e incluso recurre a taladros mecánicos para hacer trizas las efigies de mayor tamaño. (Agencias)

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