
PEDAZOS DE VIDA
La primera vez sólo fue de reojo, y como suele suceder en este tipo de situaciones busqué una explicación al fragmento de sombra que había visto en el espejo, creí que el ángulo de la luz sumado al movimiento de la cortina de la sala pudo ser el suceso que detectó mi ojo al pasar junto al espejo; sin embargo, había algo más allá de esta simple especulación.
Nunca pudimos hablar, y al inicio me dio mucho miedo mirar su rostro tan cerca de mí en un reflejo contenido en el espejo. Por un momento, mi mente engañada pensó, contrariamente, en un vampiro, pero cuando la calma llegó recordé que los vampiros no se reflejan, que el efecto que los espejos tienen en ellos según las leyendas populares es que no los reflejan, entonces el ser que habitaba en mi espejo obviamente no podía ser un vampiro, y afortunadamente no podía salir a otro lugar que no reflejara el espejo.
Cuando se dio cuenta de que lo podía ver, no vaciló en hablar, quizá gritó pero yo nunca pude escucharlo, podía ver su angustia al no poder ser escuchado y al no poder comunicarse, ya que no había forma, era como una bestia atrapada en la jaula de un zoológico.
Claro que me dio miedo, pensé en arrojar el espejo al piso, y poco faltó para hacerlo, pero quizá eso podría liberar al espíritu y no siempre lo que parece inofensivo resulta serlo. Quizá no sé mucho de cosas así, pero por las películas que he visto sé que con eso no se juega. Así que cubrí el espejo y lo arrinconé en el cuarto de trebejos, hasta que un día la curiosidad y el orgullo de no sentir miedo, o al menos afrontar este, me hizo regresar a su lugar.
Tardó meses en regresar, tan es así que pensé que todo había sido alucinación mía, pero una tarde después del trabajo llegué a casa y al pasar por el espejo vi cómo estaba sentado en la sala, con sus manos hizo un ademán como para que conservara la calma, así que hice como si no lo hubiera visto y seguí con mi rutina, cada vez se hacía más familiar su imagen en mi espejo y pronto me comencé a acostumbrar a su presencia, de vez en cuando cambiaba el espejo de lugar, me daba pena que aquél ser sólo pudiera moverse en el espacio reflejado por el espejo.
A ciencia cierta, no sé a qué huelen los espíritus pero una vez por semana dejaba el espejo en el baño y cuando regresaba su imagen parecía recién bañada con el cabello húmedo, entonces lo pasaba a la sala, como cuando el dueño de unos pájaros cambia la jaula de lugar para resguardar sus mascotas.
De lejos veía en su rostro un poco de agradecimiento y la impotencia que le provocaba el no poderse comunicar, fue en el temblor de septiembre de hace cinco años cuando el espejo se cayó y se hizo pedazos, traté de pegarlo pero fue en vano, nunca más supe del habitante del espejo, aquél que desde cierta distancia se mostraba agradecido y respetuoso conmigo, sigo pensando en él aunque algo me dice en mis adentros que jamás regresará, hay amores que sólo se sienten en la ausencia y así fue este, me crea usted o no.