El relato en sí mismo es terrible. Cecilia aparece frente al público para contar su historia, para nombrarla porque no hay perdón ni olvido. Su historia es una parte de la vida de Paula Markovitch
GUANAJUATO, Gto.- Un fragmento de la memoria infantil de Cecilia, duele. Eran finales de los años 70 cuando tuvo que huir junto con su madre a una playa inhóspita de un pueblo humilde en Argentina. La dictadura arrasó con todo, con la familia, con la cotidianidad, con la paz, con la infancia. Los desaparecidos se multiplican. Su mamá le ha dicho que la única manera de sobrevivir es mentir.
El relato en sí mismo es terrible. Cecilia aparece frente al público para contar su historia, para nombrarla porque no hay perdón ni olvido. Su historia es una parte de la vida de Paula Markovitch, la escritora que se resiste a ser llamada guionista porque, dice, la literatura sólo es eso, literatura, que a veces está al servicio del cine y ahora de la ópera.
El montaje es una producción limpia, acabada, trabajada, redonda. La música de Derbez mantiene la tensión durante las casi dos horas de duración. El clarinete, el acordeón, colocan a la ópera en esa playa en donde el mar es amarillo, en donde el viento es hostil, frío, estremecedor; las percusiones y el piano son también protagonistas y acompañantes de los momentos más dramáticos y conmovedores.
La dirección de escena de Yuriria Fanjul coloca al coro Shola Cantorum de México A.C. en momentos estratégicos, ya sea en el salón de clases, la playa, y las escenas fluyen. Los solistas lucen sus voces y su capacidad histriónica. La soprano Carolina Wong, como la madre de Cecilia, la mezzosoprano Gabriela Flores como la maestra, y el barítono Juan Carlos Heredia como el Coronel Esteves, las tres becarias del Estudio Ópera de Bellas de Artes, dominan la escena, el espacio, su cuerpo y sus voces.
En suma, es una producción, a cargo de Valeria Palomino, que revela que el talento no lo es todo, también se precisa de la unión de voluntades, de financiamiento, de proyectos a largo plazo. La ópera no es privilegio de los experimentados es terreno fértil para los debutantes. En su última función en el FIC se escucharon los bravos, la ovación, el público es receptivo cuando sabe que se le ha entregado una obra de arte.