El día que México se volvió loco

CONCIENCIA CIUDADANA

¿Será que la falta de cultura independiente por parte de quienes triunfaron en toda la línea bajo los colores de MORENA aprovechando la ola levantada por AMLO, sea la explicación para posponer la celebración de una victoria que tendrá que esperar la autorización superior para llevarla a cabo dónde, cómo y con quién convenga?

Mientras las calles desiertas reflejaban los últimos rayos de luz del día, el temor a que un fraude de proporciones gigantescas influyera en los resultados de la elección se disipó súbitamente cuando, alrededor de las ocho de la noche el candidato presidencial del PRI, José Antonio Meade Kuribreña, reconocía ante la opinión pública su derrota en las urnas frente al pasmo y la desolación de sus acompañantes.
    Minutos más tarde, el candidato de la derecha Ricardo Anaya, sin reconocer plenamente al ganador, apuntaba que los números no favorecían a su causa. Bastaron ambas declaraciones para que las redes se saturaran de un entusiasmo delirante entre los partidarios y simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador, provocando que las redes se saturaran con mensajes que intercambiaban la noticia provocando el entusiasmo de sus seguidores.
    A los pocos minutos, las televisoras proyectaban la imagen de un auto compacto en cuyo interior se perfilaba la inconfundible cabellera blanca del candidato triunfador dirigiéndose al centro de la Ciudad de México, rodeado de motociclistas de los medios de comunicación que apuntaban sus cámaras al interior del vehículo, mostrando a un Andrés Manuel concentrado en la lectura de un escrito al que corregía constantemente.
    La trasmisión en directo provocó que la gente comenzara a salir de sus casas para ver pasar al candidato ya reconocido como su futuro presidente, atravesándose temerariamente a los vehículos de la caravana que lo acompañaba para saludarlo y tomarse fotos con él o, simplemente, gritar su alegría. Fue impactante observar una toma de segundos dirigida hacia un camión del “Metrobús” abarrotado de gente que, al ver que su transporte se emparejaba al auto que llevaba a “López”, estallaba de alegría agitando las manos tras los cristales saludando a su próximo presidente.
    Al tiempo que se dirigía al Paseo de la Reforma, ya lo esperaba una pequeña multitud enterada de que en el Hotel Hilton sería su primer mensaje a los medios de comunicación; sólo hasta después de que el  presidente Peña Nieto dirigiera un mensaje a la nación reconociendo el triunfo indiscutible del candidato de izquierda y deseándole buena suerte. Fue solo entonces, cuando -siguiendo un guión no escrito pero dictado por las normas inherentes a la política-, que López Obrador salió a dirigir su primer mensaje a “México y el mundo”, como suele decirse.
Al salir de este evento, el candidato abordó nuevamente el autito que lo llevó al Zócalo, abierto por disposición de las autoridades capitalinas, para que cientos de miles de capitalinos que habían esperado  los resultados a lo largo del día, recobraran  la plaza a la que se conoce como “el corazón de la nación” luego de que durante años fue impedida toda manifestación política por el propio gobierno  que  no puso reparo en permitir el  reingreso  al candidato de MORENA al escenario histórico de sus triunfos, cuya entrada  fue recibida con entusiasmo desbordante.  
Sereno, pero sin poder ocultar su emoción, AMLO dirigió entonces su primer mensaje a la nación como su próximo mandatario.  Reiterativo como suele serlo, su discurso volvió a repetir análisis y propuestas que no por escuchadas decenas de veces dejan de mantener, como siempre, la atención de sus oyentes. La aprobación manifestada por la multitud elevó su tono cuando el candidato electo enfatizó su promesa de campaña  de poner la prioridad de su gobierno en  los pueblos indígenas, los pobres y los “olvidados”; ese submundo mexicano n invisibilizado y menospreciado durante siglos.
Una noche inolvidable, de un día inolvidable en que la conciencia ciudadana se volvió loca, a juicio de quienes inútilmente intentaron hacerla entrar en razón    con la misma campaña sucia utilizada en las dos elecciones pasadas en las que AMLO intentó sin conseguirlo llegar a la presidencia del país.
Hoy, las argucias quedaron sin efecto frente al coraje y la decisión de la mayoría ciudadana por darle vuelta a la página de una época haciendo uso de su derecho ciudadano como nunca antes había sucedido. Indudablemente, éste es un momento histórico; de los que puede pasar una vida entera sin ser testigo y que, por una rara coincidencia entre un líder y un pueblo, hoy hemos tenido la oportunidad de vivir.  
Por eso mismo resulta extraño el pasmo que se apoderó de la sociedad civil pachuqueña, que indudablemente dio su voto mayoritario al cambio, al no salir, como sucedió en la capital de la República y otras ciudades del país, a manifestar su alegría. Como si aún tuviera miedo de su propia decisión, y no quisiera provocar el enojo de quienes creyeron refrendar su sumisión una vez más en las urnas, sólo para encontrarse más rechazados que nunca. A las 10 de la noche la Plaza Juárez, centro mismo de nuestras manifestaciones políticas y sociales tanto oficialistas como de protesta, se encontraba más oscura y fría que un cementerio.
¿Será que la falta de cultura independiente por parte de quienes triunfaron en toda la línea bajo los colores de MORENA aprovechando la ola levantada por AMLO, sea la explicación para posponer la celebración de una victoria que tendrá que esperar la autorización superior para llevarla a cabo dónde, cómo y con quien convenga?
Ciertamente, ha de reconocerse que la conciencia democrática no surge de la noche a la mañana y que el chip de “pequeño priista que todos llevamos dentro”, tardará tiempo en dejar funcionar sobre quienes ahora se transforman –literalmente, de la noche a la mañana-, en la primera fuerza política del estado de Hidalgo, sin haber pasado por el aprendizaje de la independencia de criterio, necesaria para que un movimiento democrático no deje de serlo.   Y sinceramente, me parece patética la reacción de la mayor parte de los medios de difusión que, con falta de espíritu deportivo y democrático intentan ocultar la conmoción política que se le vino encima a la clase gobernante; como si con ello pudieran tapar el sol con un dedo y hacer que el reloj de la historia se detenga como por arte de magia.
Y no pudiendo ni queriendo ocultar el gusto que no le cabe en el pecho, ésta feliz Conciencia Ciudadana no olvida recordar a todos ustedes: ganadores, perdedores o abstencionistas, que es urgente que si VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS YA CON NOSOTROS, VIVIENDO LOS ALBORES DE UNA ÉPOCA DONDE, FINALMENTE, SU AUSENCIA ENCUENTRE JUSTICIA.

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