DE CUERPO ENTERO
• “Ya han pasado cuatro días desde que pudo ver a su Marina, y los informes que le dan, en forma invariable confirman que sigue grave…”
Jacinto, enfundado en ropa de médico, con máscara transparente, gorro azul y guantes de goma casi ni quiere respirar; quiere dibujar en su mente el rostro bello de Marina, que no se le escape ningún espacio: su frente, su nariz y sus labios. Llora, pero nadie se da cuenta porque todos caminan uniformados en la misma vestimenta.
La doctora le dice que es tiempo de irse y mientras bajan los tres pisos ella, tomándolo del brazo, Jacinto la ve radiante y ahora imagina en sus adentros que seres humanos como la doctora le dan sentido a la vida. Sabe que se llama Adriana y que recién terminó la especialidad de Medicina Interna. Se llena de emoción cuando le dice con serenidad que ella estará siempre pendiente de su esposa. Logra averiguar que sus zapatos son del número 6 y que en estos días trabaja hasta 48 horas, consecutivas.
Ya han pasado cuatro días desde que pudo ver a su Marina, y los informes que le dan, en forma invariable confirman que sigue grave. Después de que pudo verla a lo lejos decidió hablar con sus hijos para contarles del estado de su madre. Su hija no dejó de llorar y queriendo volar, le aseguró que muy pronto estaría con ellos. Al parecer en nada cambió el hecho de que su padre les dijera que él estaría como siempre pendiente, y de que su amigo Vicente siempre estaba con él; su hija estaba dispuesta a regresar, aunque ya fuera después casi imposible regresar a su trabajo en los estados Unidos.
Jacinto tenía la esperanza de que la doctora Adriana curaría a su Marina, había visto la chispa en sus ojos, esa chispa que hace milagros y desde ese momento se dispuso a aceptar que esa fuera la realidad. Recurriendo a su arte único y excepcional, compró un par de tenis del número seis y haciendo diríase cortes casi quirúrgicos, fue diseñando unos nuevos zapatos intensamente femeninos, pero con la soltura de un calzado aliado para el descanso. Ya tenía el regalo para el ángel de la guarda de su mujer, y eso le alegró este día que empezó con noticias alarmantes de que la epidemia del virus estaba alcanzando límites insospechados.
Los medios de comunicación, así como las redes sociales tan de moda ahora, se han encargado de azuzar a un pueblo siempre presto a las noticias de escándalo de que la tragedia es inminente. Jacinto lo ha entendido y se siente desilusionado por no ver al líder en el que creía que tome las riendas con donaire, y ya le da pena que en estos momentos aciagos siga con su lucha imaginaria de conservadores contra liberales.
Pero hoy es un día de fiesta, la Doctora Adriana le dijo que le tenía muy buenas noticias y que fuera después del medio día; rápidamente le fue a contar a su amigo Vicente, para que ambos acudieran al hospital. La fe de Jacinto en la doctora le ha hecho tanto bien que ya ha empezado a pensar en sus vacaciones en el puerto de Veracruz, sueño que junto con su Marina lo había dibujado muchas veces.
Con dificultad Jacinto parpadea, la doctora le está diciendo que todos los médicos están felices porque Marina ha evolucionado tan bien que no solo ya no está conectada a un ventilador, sino que se ha decidido ser enviada a una sala llamada terapia intermedia, y que está segura de que en una semana estará en su casa.
Jacinto no oculta el llanto, y así con un acto de intensa gratitud le ha pedido a la Doctora Adriana se pruebe los zapatos que él mismo diseñó para ella; sorprendida lo hace con la ayuda de Jacinto que rechaza de inmediato, aplaudiendo no solo porque le quedan a perfección, sino porque sabe que podrá presumir unos zapatos únicos porque fueron hechos a su nombre y a su medida. Agradecida y conmovida también hasta las lágrimas antes de irse le pide que no hace falta que esté todos los días, que de acuerdo al protocolo él debe quedarse en casa y acudir cuando se le indique a realizarse unos estudios, que ella estará pendiente de su esposa, que además le confiesa en secreto que ya ha estado platicando con ella, y sabe que tan pronto puedan se irán una semana al puerto de Veracruz. Jacinto se siente descubierto y se sonroja agradeciendo con el alma que existan médicos como la Doctora Adriana. Finalmente, ella le dice que cuando esto pase le envíen fotos de su renovada luna de miel, y sonríe alejándose con sus nuevos zapatos hechos con fibras de amor.
Hoy día necesitamos muchos milagros como el de Marina y Jacinto, y que los zapatos que Jacinto el artista le diseñó a la Dra. Adriana lo reciban todos los médicos y médicas, enfermeras y enfermeros que no se cansan de dar atención, pero sobre todo amor.