El día de San Valentín de las Cenizas

 

El 14 de febrero contrastó por dos motivos, el amor profesado en la fe católica, y el amor materializado en globos metálicos

 

Son las siete de la mañana en la capital. Desde tempranas horas se siente un ambiente gélido como es costumbre, o al menos es un ambiente habitual de cada invierno, pero ni el frío ni las calles semi vacías hacen trastabillar a las devotos de corazón, quienes como de costumbre y como cada año acuden a los templos católicos para recibir un poco de ese polvo negro en la frente para reafirmar su fe.

En la parroquia de San Francisco de Asís, en el que antes fuera uno de los conventos coloniales más importantes de la Nueva España, quizás no hay mucha fuerza de voluntad de los pachuqueños para levantarse muy temprano, pero están reunidas, a ojo de buen cubero, un total de 30 personas, listas para recibir la ceniza en su frente; y en el altar principal de la iglesia, el padre Alfonso, acompañado de sus acólitos y un músico, entonando himnos de gloria y cantando alabanzas.

Al principio el presbítero se muestra un poco reacio a iniciar misa con poca gente y dispersa a lo largo del sagrado recinto, y una vez que convence a los fieles a unirse en un solo lado, inicia el rito, en el cual se dice que la ceniza es la representación del arrepentimiento del ser humano, dispuesto a prepararse por 40 días para celebrar la muerte y resurrección de Jesucristo.

“¿Qué significa la cuaresma?”, cuestiona el padre Alfonso. Y añade, “es el tiempo en el cual los seres humanos nos despojamos de lo que nos atrae y nos hace caer en el pecado, y no es precisamente el comer carne los viernes antes de la Semana Santa”. Y además, el párroco insiste que “esta preparación también representa el triunfo de Jesús sobre el mal, pues habremos de recordar que él pasó en el desierto 40 días tentado por el Diablo”.

Conforme el sol sale de su descanso nocturno y empieza a iluminar con dificultad las calles angostas del centro, aparecen personas con manchas en la frente, simbolizando una cruz amorfa, según la percepción artística de los presbíteros. Llevan la mancha adolescentes, la llevan adultos, la llevan los abuelitos y abuelitas que salen de las iglesias con canasta en mano, dispuestas a ir por el mandado del día.

Y al mismo tiempo, globos metálicos surcan los cielos, en busca de algún enamorado dispuesto a invertir una módica cantidad de dinero, todo para consentir a sus conquistas. Cabe aclarar que la cantidad de compradores de estos globos supera por mucho a la cantidad de feligreses en los templos. Y en ese momento uno se pregunta quién profesa mejor el amor. La respuesta la tenemos cada uno de nosotros.

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