Familia Política
“El suicidio es un acto de
nobleza, de libertad suprema”.
Séneca.
Mientras las religiones en particular y la teología en general, condenan al suicidio y lo califican de blasfemia, expresión de cobardía, vanidad, reconocimiento de culpabilidad y deshonra para la familia que, históricamente ha procurado mantener estos hechos en el más absoluto de los secretos… Algunas corrientes filosóficas, como el Estoicismo, por el contrario, lo consideran un acto de suprema libertad.
Atentar contra la propia vida es una conducta por la cual, alguna legislación de la Francia pre revolucionaria, llegó al extremo de juzgar a los cadáveres; los enciclopedistas, en cambio, fueron sus acérrimos defensores.
En pleno Romanticismo, Jean Wolfgang Goethe, escribió su novela epistolar Las Cuitas del Joven Werther, en cuya trama, el protagonista, tras múltiples tragedias interiores, llegó a la conclusión de que no le quedaba otro camino que matarse por el amor de Carlota; así lo hizo y su ejemplo cundió en Europa central, cuyo territorio sufrió una ola de suicidios juveniles.
Es un hecho que en toda agresión contra la propia vida, confluyen elementos psicológicos internos, eminentemente morales y otros externos, cuyo análisis entra en el campo de la Sociología. Este artículo está primordialmente enfocado desde la segunda perspectiva; se basa en comentarios que Ikram Antaki realizó, fundamentándose en las tesis de Emilio Durkheim, Masaryk y otros. Los motivos eminentemente psicológicos; los demonios que mueven la mano del suicida, obedecen a razones (¿o sinrazones?) que sólo conoce el sujeto y a veces, ni él. El 1916, Freud escribía que el suicidio no es sólo una lucha del yo contra el yo; sino del yo contra algo o alguien; en gran parte de estos casos, existe recado póstumo, el cual, en un análisis causal, suele descubrir al (la) causante, no siempre consciente, de la tragedia que puede originar. Provocar remordimientos es el objetivo principal de quien se quita la vida. Así, en la Literatura, Carlota movió la guadaña de la parca, con la cual su adorador Werther, cortó los hilos de su vida; Rosario, fue el romántico motivo para el suicidio del poeta Manuel Acuña. En el teatro Shakesperiano, Romeo y Julieta fueron víctimas de los odios familiares que, en su tiempo, los condujeron a la fatalidad de un pacto suicida.
Dicen los estudiosos que el ser humano es proclive al asesinato; éste es un acto de violencia que puede no dirigirse a los demás, sino volverse contra sí mismo. Durkheim considera que la muerte por propia mano es un fenómeno de naturaleza bio, psico, social que, estadísticamente, presenta una serie de variantes dentro de una sociedad determinada; a saber: etnia, sexo, edad, condición económica, estado civil, tolerancia de las leyes, religión, etcétera. En este contexto, vale la pena recordar el concepto japonés del honor militar: el harakiri era la mejor manera de morir con dignidad y orgullo; igualmente, durante la guerra, surgió la figura del kamikaze: proyectil humano a bordo de un avión, para estrellarse voluntariamente contra un objetivo estratégico. En tiempos más recientes, en un contexto religioso y guerrero, algunos fundamentalistas se atan explosivos al cuerpo o manejan los llamados coches bomba. En estos casos, el suicida es ante sus seguidores, un héroe, no un villano, ni un cobarde.
Aunque ocurra en diferentes tiempos y latitudes, este fenómeno presenta ciertas regularidades que permiten obtener algunas conclusiones; por ejemplo: 1.- A mayor edad, mayor vulnerabilidad. 2.- Los hombres se suicidan más que las mujeres, aunque éstas lo intentan más veces sin conseguirlo. 3.- Los hombres casados, si tienen hijos, son prácticamente inmunes. 4.- Quienes padecen alguna enfermedad de origen psíquico, son candidatos naturales. 5.- La clase social es determinante. 6.- Las guerras y las crisis económicas suelen inducir a la autodestrucción. 7.- La pertenencia étnica suele ser relevante; por ejemplo, entre los negros, esta figura, prácticamente no existe; los jóvenes japoneses y de otras nacionalidades, en menor medida, ante fracasos académicos, frecuentemente caen en profundas depresiones que los llevan hasta el extremo de quitarse la vida; esporádicamente lo mismo llega a acontecer entre fanáticos del deporte.
Capítulo aparte merece la formación religiosa. Como decíamos al principio: no existe Teología que apruebe atentar contra la propia vida. Los impactos sociológicos de la religión, en todos los niveles son, sin lugar a dudas, un freno. Estoy seguro que si el infierno no existiera, aún como utopía canalizadora de la ira de Dios, o paliativo para aguantar los peores sufrimientos aquí, en la tierra, el índice estadístico de suicidios sería mucho más alto. El hombre se inventa un presente efímero y se promete una mejor vida después de esta vida; prefiere mitigar el engaño y actuar en consecuencia, antes que enfrentar una eternidad de tormentos y dantescos castigos; aún así, el temor permanece y permanecerá por los siglos de los siglos.
Con fundamentos teológicos, filosóficos, sociológicos… o dentro de la rústica paz que da la ignorancia, cada día más personas tienden a liberarse de los miedos de la religión y exigir el derecho a la muerte, como alguna vez la humanidad peleó por el derecho a la vida.
Novelas y libros de ciencia ficción, proyectan la aún platónica existencia de sociedades altamente evolucionadas, en las cuales, morir es un acto de voluntad; cada quien decide en qué momento entrará en una cámara mortuoria para dirigir su propia partida hacia lo ignoto. Vienen a mi memoria el libro Mundo Feliz, de Aldous Huxley y la película Cuando el Destino nos Alcance, basada en una novela de Harry Harrison. Ambos instrumentos culturales seguramente se adelantaron a su tiempo.
Hoy, la ciencia jurídica y la investigación médica avanzan en ese sentido. ¿Alguna vez se reconocerá la voluntad de morir en cualquier tiempo y forma, como máxima expresión de albedrío; de ejercer un derecho humano por excelencia? ¿Nadie es dueño siquiera de sí mismo? ¿Las vidas de los hombres no se rigen por las leyes de los hombres?
Cosas veredes, Mío Cid.