El deber y la ciencia

El deber y la ciencia

EL FARO

Continuando con las reflexiones que hemos estado desarrollando en las últimas columnas sobre el tema del deber y su relación con determinados campos del saber, toca el turno de ver si hay punto de intersección entre el deber y la ciencia. 

En varios momentos de la historia de la humanidad se ha defendido radicalmente que la ciencia no tiene contacto alguno con la ética o con el deber. A finales del siglo XIX, buena parte del ánimo esperanzador que existía se debía al avance de la ciencia. Tanto los empiristas, como los pragmatistas y materialistas coincidían en que el presente y el futuro de una mejor vida para la humanidad residía en el avance de la ciencia. Ya al final del propio siglo XIX había serias dudas de que la ciencia fuera tan exacta y de que todo se solucionara con la aplicación del conocimiento matemático a las necesidades de la realidad.

Pisando el siglo XX, la técnica junto con la ciencia, entre otras muchas cosas, se asocia con la maquinaria de la guerra. Tanto en la primera guerra mundial, como en la guerra civil española, los contendientes se dieron cuenta de que parte de su éxito pasaba por las posibilidades que las herramientas técnicas transformadas en armamento podían ofrecerles. Qué decir de lo acontecido en la segunda guerra mundial. Qué decir de la tecnología y logística aplicada a la eliminación del mayor número de enemigos del tercer Reich. Qué decir de los bombardeos indiscriminados sobre las poblaciones civiles de las ciudades alemanas y japonesas. Qué decir de la bomba atómica. Qué decir de la asociación de la técnica con los asesinatos en masa.

En la actualidad del poscovid es muy clara la nueva esperanza que surgió cuando se anunció, en medio de incontables muertes, que se había alcanzado una vacuna que nos iba a proteger de este dolor de cabeza. Nuevamente la ciencia salió al rescate de la humanidad.

En la primera mitad del siglo XX los científicos estaban convencidos de que los lenguajes de la ciencia y de la ética eran tan diferentes que no existían puntos de intersección entre ellos. Esto implicaba que los profesionales de la ciencia no tenían consideraciones éticas que plantearse. Si lo que ellos producen se emplea por los políticos y las autoridades para matar a los demás no es responsabilidad de los científicos.

Sin embargo, tanto en aquellos momentos históricos como en los actuales, la sociedad tuvo y continúa teniendo muy claro que todos los ámbitos del saber conllevan en sí mismos ámbitos importantísimos de responsabilidad. Los científicos, por la misma complejidad de las realidades, se han dado cuenta desde finales del siglo pasado, que necesitan asesoría de profesionales de la ética para estar seguros de los pasos que pueden, o no, dar. 

Es probable que los lenguajes científicos y éticos no sean muy parecidos. Pero de lo que no hay duda es de que necesitan estar unidos para asegurar que todo permanece bajo la supervisión de la sociedad. Lo que no sea para el beneficio común no estará justificado de manera alguna investigarse en los laboratorios. Lo que no esté controlado y conocido por todos no es ético, lo que no sea trasparente y beneficioso no es ético. Y si no es ético, no está permitido que se pueda investigar en ninguna parte. Todo ello en lo referente al armamento y a cualquier otra aplicación que pudiera presentarse en todos los ámbitos de la realidad. No todo se vale porque abone para el progreso de la ciencia.