El debate de las mentiras

Conciencia Ciudadana
Los debates de este género sólo sirven para presenciar una serie de ráfagas dirigidas a minimizar las ventajas de los adversarios que a dar a conocer a la ciudadanía las propuestas políticas, económicas y sociales de cada uno de los participantes

El debate presidencial del domingo pasado fue, como se había previsto, la operación del Todos Unidos Contra López Obrador (TUCOL). Lo que tal vez AMLO y su equipo no fueron capaces de ver y de negociar con el INE, fue el corralito implícito en el formato del debate, que no sólo fue confuso en la manera en que se organizó la participación de los contendientes, sino que no daba la oportunidad de contar con un tiempo razonable para contestar alusiones personales que, como era de preverse, sería la única defensa posible para AMLO, el candidato al que era de pensarse, todos los demás atacarían (como efectivamente lo hicieron), sin permitirle el derecho a réplica, que en cualquier debate parlamentario o político se reconoce  a quien  es aludido y desea rebatir a sus interlocutores.
Un debate político en los medios masivos no es necesariamente un instrumento que permita a la ciudadanía reflexionar sobre los programas y proyectos de gobierno de los candidatos y la posición de sus contendientes sobre los mismos problemas o asuntos, como nos imaginaríamos desde el punto de vista racional. En la práctica –y lo sucedido la noche del domingo pasado lo demostró- fue que los debates de este género sólo sirven para presenciar una serie de ráfagas dirigidas a minimizar las ventajas de los adversarios que a dar a conocer a la ciudadanía las propuestas políticas, económicas y sociales de cada uno de los participantes.
Pero la mendacidad del debate no tuvo medida; porque si bien se esperaba que los candidatos del PRI, el PAN y los “independientes” atacarían a Andrés Manuel López Obrador; la saña con la que se lanzaron en su contra y las evidentes falsedades de las acusaciones que le dirigieron, no deja dudas de la poca capacidad política y ética de  Meade, Anaya, Margarita y Bronco y  sus partidos y equipos de trabajo para  dar una respuesta sería no sólo a AMLO, sino a la ciudadanía que esperaría un cambio de actitud y comportamiento de la clase política y que, con la forma en que sus candidatos actuaron durante el debate; sólo corroboró que siguen presentando la misma cara de siempre fingiendo honestidad para atacar al honesto; astucia para señalar de inepto a quien ha demostrado su capacidad durante toda su carrera política y de plano, de perversidad cuando, sin el menor rubor ni vergüenza llaman vividor, encubridor y amigo de los delincuentes a quien podría haberlos puesto como vivo ejemplo de tales acusaciones, sin haberlo hecho en ningún momento.  
Un principio aceptado del debate y la propaganda política, afirma que el que tiene más saliva come más pinole. Pese a las múltiples pruebas empíricas que lo prueban, yo tengo mis reservas para creerlo y aceptarlo con el entusiasmo con que lo hacen algunos comentaristas, sustentándome, en el caso actual, en el constante crecimiento de las tendencias a favor de López Obrador y la amplia ventaja que lleva sobre sus contrincantes que, si por pico fuera, tendrían que estar muy por delante de éste después del  encuentro del domingo; porque si algo debe reconocerse es que al Peje no se le da eso del debate; habla lento, se lo comen los tiempos, repite argumentos ya rebasados, parece no preparar sus intervenciones y se muestra un tanto distraído y hasta cansado de debatir con gente a la que no le resulta cómodo contestar sus absurdos embates.
Pero AMLO es así, y sus seguidores –que las encuestas muestran son mayoría-, han terminado por aceptarlo por razones distintas a las de los seguidores de los demás candidatos; es decir que, a sabiendas de sus defectos, es un tipo que se ha ganado el respeto ciudadano mediante un trabajo constante y una probada fidelidad a sus luchas; que una y otra vez ha debido enfrentar toda clase de acusaciones sin fundamentos y hasta absurdos semejantes a los que el Bronco le espetó sobre su honestidad sin el menor rubor ni miedo a perder las dos manos y hasta los pies si su propuesta de córtaselas a los ladrones se hiciera realidad en México.
En conclusión, el debate visto el domingo fue totalmente predecible en sus resultados, porque ni las autoridades electorales, ni los candidatos y sus partidos, dijeron nada nuevo ni hicieron otra cosa que la que se esperaba hicieran al atacar sin el menor asomo de autocrítica al candidato puntero; mientras que éste sigue seguro en mantener la confianza ciudadana que se le ha entregado incondicionalmente y que con debates y sin debates le coloca como el candidato más exitoso de la historia del sistema de partidos, el cual, sin embargo, seguirá haciendo todo lo posible para impedir su triunfo.   

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