“El cochinero”

RELATOS DE VIDA

Lo que empezó con una linda fiesta de cumpleaños, terminó siendo un verdadero cochinero, literalmente, semejaba un corral de puerquitos con la diferencia que estaban bien vestidos, aunque embarrados de “Mierda”, algunos en la cara, manos, brazos, otros más en el cabello; sobre la ropa y en los zapatos.
Los invitados intentaban limpiarse con papel, servilletas, las mismas envolturas de los regalos y hasta manteles; algunos más estaban vomitando por el asco de tener “caca” encima y por el fétido olor.
Mientras que la festejada, Lolita, casi adolescente de 11 años disfrutaba la escena, detrás del árbol de ciruelas de su casa, lugar desde donde podía observar detenidamente lo sucedido desde el balcón de su cuarto, tenía rato de haber desaparecido de su propia fiesta, reía, lloraba y volvía a reír intentado encontrar entre la multitud al blanco principal de la travesura.
Había planeado y ayudado con tanta ilusión en su fiesta, y quería disfrutar también del evento; al parecer todos los invitados habían llegado, el grupo era pequeño, cerca de 15 personas, entre adultos y niños; amigos y familiares.
A poco tiempo de haber iniciado el anhelado cumpleaños, sonó el timbre, comenzó a sentir sudorosas las manos, miró fijamente a la puerta a la que se dirigía su mamá, y comprobó que era aquel hombre que en ocasiones “dormía” con su progenitora, ésto tras un año del divorcio con su papá…  y salió corriendo a su cuarto, seguida por la mujer que “supuestamente” debía protegerla.
-¿Por qué saliste corriendo, es tu fiesta?
-Te dije que no lo quería aquí, no en mi cumpleaños, tú me lo prometiste y rompiste  tu palabra – y rompió en llanto, aunque en breve se incorporó con cara maliciosa. Camino entre los invitados para llegar con Don Pánfilo, vecino y confidente, llegó rápido pues el patio de su casa donde se desarrollaba la fiesta, conectaba directamente con la de su amigo.
No tardó, apenas fueron dos minutos hablando con él, y ambos ingresaron a la fiesta, el señor con una manguera para conectar con los aspersores, para salir casi de manera inmediata, mientras Lolita pedía a su madre romper la piñata.
La niña hizo los honores, y mientras los demás golpeaban al unicornio relleno de dulces; se fue a esconder y le dio la señal a Don Pánfilo, quien activó los aspersores, liberando el agua pero del drenaje, principalmente heces fecales.
Recibió el regaño de sus familiares, y perdió la amistad de sus amigos, pero ella había perdido más, la protección que debía darle su madre, y la infancia que hace mucho tiempo le robó el último invitado.

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