
RELATOS DE VIDA
Bien sabía que era incorrecto, que de llegarse a saber perdería casi todo, aunque lo principal sería el respeto propio, pero no podía negarse a la clandestinidad, lo prohibido y la lujuria.
Por las noches, con el silencio y tranquilidad de la casa, pensaba en las causas de su actuar y también en las consecuencias, y después el remordimiento le hacía soltar el llanto hasta quedarse dormida.
Pero en las mañanas para sentirse mejor se recordaba, “merezco sentirme amada y deseada”, y entonces repasaba la infinidad de citas a escondidas en las que se dejaba amar y tocar.
Recordaba las llamadas de buenos días, los envíos de desayunos al trabajo, las pláticas para desahogarse de los problemas familiares con sus respectivas parejas, pero sobre todo los revolcones dentro del auto, en la oficina, en el baño.
Sabía que debía terminar con la relación clandestina, pero no quería hacerlo, después de mucho tiempo se sentía bien y feliz, aunque no le dejaba de preocupar que podía lastimar a su pareja si alguien se enteraba.
Se la jugó dos meses más, vivió locamente lidiando entre el gozo y el remordimiento, hasta que terminó con la relación, de la infidelidad nadie supo algo, aunque bien sabe que algún día la vida se lo cobrará.