CUÁNTA RAZÓN TENÍA EL CARPINTERO 

ALFIL NEGRO

Viendo escenas de lo que pasa en Ucrania, donde la irracionalidad y la brutalidad nos muestran hasta dónde puede llegar el hombre, el rey de la creación, cuando le vence la ambición y el ansia de poder pasando por encima de los derechos del ser humano, es cuando es válido preguntarse ¿por qué?, sin que se encuentre más respuesta que la de haberle dado el poder a gente que no se lo merece y que deciden, no de acuerdo a lo que es bueno para los gobernados o para la sociedad como tal, sino para lograr lo que ellos deciden en nombre supuesto de la gente.

El poder en los pueblos es una responsabilidad que se da, cuando hay democracia, con la esperanza de que quien lo reciba conduzca los esfuerzos de la comunidad por caminos de bienestar y con respuestas urgentes de paz, progreso y entendimiento, porque es la aspiración natural de los seres humanos.

Las equivocaciones de entregar el poder a quien no se lo merece porque actúa no como un servidor de la sociedad sino como un iluminado, con la ambición de ser el creador de un nuevo país o de ser el iniciador de una nueva historia, en que con él empieza todo y todo lo demás no cuenta, es tener que pagar un alto precio social, histórico y sufrir en los valores de pueblo unido y solidario.

El caso de Ucrania y Rusia nos obliga a pensar que encontrar a gente realmente  capacitada para el ejercicio del poder, no es cosa sencilla ni fácil.

El poder lo quieren muchos cuando se presentan las oportunidades de buscarlo, y se hace de todo para ganarlo, en muchos casos con aliados que lo único que buscan son las  ganancias y ventajas que da el poder.

Cuando la sociedad se equivoca en la elección de quien tendrá el poder, se paga un precio muy alto.

El caso de Rusia es muy significativo en este sentido y lo estamos viendo en el daño que provoca a un país libre como Ucrania.

Afortunadamente la reacción del mundo en general ha sido reconfortante en defensa de los valores humanos.

La respuesta a todos los reclamos, a todas las exigencias y a todas las aspiraciones, la dio hace más de dos mil años un humilde carpintero de Nazaret, cuando la víspera de su crucifixión dijo: “un nuevo mandamiento les doy que se amen  los unos a los otros”.

Regla sencilla que no cuesta mucho entender, pero cómo cuesta aplicarla y vivirla, porque supone respeto por los derechos de los demás y eso estorba a los ambiciosos y abusivos del poder.

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