EL CAMBIO AUTÉNTICO SERÁ CULTURAL O NO SERÁ

CONCIENCIA CIUDADANA

A la senadora Angélica García Arrieta,
Luchadora incansable por el cambio verdadero, en su última batalla

    •    Migrantes, pueblos indígenas, mujeres, campesinos, obreros o profesores y estudiantes entre tantos otros grupos de interés, no cuentan aún con una presencia mayoritaria en la nueva clase política emergente, aunque lo sea en mayor número que nunca antes   en la estructura del estado mexicano


El avasallador triunfo de Andrés Manuel López Obrador ha dado como resultado que  los partidos políticos  derrotados, que  formalmente se asumían como proyectos diferentes entre sí estén coincidiendo en un frente común opositor haciendo patente lo que desde hace tiempo era sabido, es decir, que PRI, PAN y PRD  son,  en el fondo, tres personas distintas unidas por un solo propósito y que, si hasta hace cuatro meses y medio éste consistía en impedir a toda costa que el movimiento social y político encabezado por López Obrador alcanzara a derrotarlos en las urnas, su objetivo actual, habiendo fallando aquél,  consiste en sostener sus cotos de poder impidiendo a toda costa  que el programa de gobierno del cambio pueda consolidarse y llegar a feliz término.
Esta clase de maniobras no es novedosa; la derecha la ha utilizado cuantas veces ha requerido  para derrocar a los gobiernos populares en todo el mundo, y hemos de reconocer que en un gran número de casos lo ha logrado en la medida en que las fuerzas sociales progresistas han sido incapaces de convertir sus programas electorales en planes y proyectos.  
En fin, que, en su primer mes de desempeño, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador enfrenta un escenario nada fácil, aunque no puede pensarse que lo que sigue será coser y cantar, habida la cuenta de que comenzarán a tocarse intereses enquistados desde hace decenios en la vida pública, formando una gruesa costra de corrupción e impunidad cuyos beneficiarios difícilmente renunciarán a vivir sin los privilegios detentados tras su derrota electoral.
Por otro lado, el pueblo llano se encuentra en un período de cambios profundos que aún no alcanzan a fraguar en una fuerza política y económica capaz de determinar su propio futuro. Auténtico creador de la victoria electoral, su atomización, indefensión y precaria condición material y educativa, le impide poner a la clase política a su servicio y, mucho menos, a integrar a sus mejores hombres y mujeres en la toma de las decisiones públicas.
Migrantes, pueblos indígenas, mujeres, campesinos, obreros o profesores y estudiantes entre tantos otros grupos de interés, no cuentan aún con una presencia mayoritaria en la nueva clase política emergente, aunque lo sea en mayor número que nunca antes   en la estructura del estado mexicano. Hace falta más, mucho más presencia popular para alcanzar la integración social y la transformación cultural, que son, tantos o más importantes que los cambios políticos y legales, que aún siendo indispensables no dejan de ser insuficientes y seguirán siéndolo para alcanzar a transformar la estructura y las relaciones de la vida cotidiana de la gente.
La cultura no es, pues, sólo un campo de las manifestaciones artísticas ni aparato para generar beneficios económicos como hoy se le entiende. Una cultura para la democracia en el México del cambio. debe  coadyuvar a transformar radicalmente el conjunto de  símbolos y significados que hasta ahora han determinado las relaciones entre los mexicanos, a fin de dar paso a nuevas formas de convivencia que reconviertan las enormes disparidades de nuestra vida realidad social, tales como las relaciones  del  ciudadano y el poder público; las que se dan entre hombre-mujer; adultos-niños etcétera y, sobre todo, hacer visible el oprobioso sistema de castas que sigue siendo la  base oculta de nuestra vida social y política ,negado  públicamente, pero siempre presente en el inconsciente colectivo del mexicano; que hace ver como natural el dominio de un núcleo social minoritario con ciertas condiciones étnicas, lingüísticas  o sociales que se arroga el derecho a seguir conduciendo el país desde sus propias perspectivas ideológicas, científicas e históricas, contando con la aceptación pasiva de las mayorías nacionales.
Aunque ríspido y peligroso,  es importante que algunos grupos de casta hayan sido denunciados por el propio presidente de la república, como sucedió cuando llamó “Fifís” a los integrantes de la prensa y los intelectuales orgánicos de la clase en el poder que le critican;  denuncia que deja en pie una tarea de transformación cultural impostergable, la que, sin estridencias ni violencias y en el marco de un sentido humanista y ecuménico, debe promoverse en todos los niveles sociales, educativos, artísticos y productivos de la sociedad mexicana.
Un ejemplo de cómo puede avanzarse en ese sentido, que ha coincidido  felizmente con el inicio de la llamada cuarta transformación nacional, es la película Roma, del laureado director Alfonso Quarón, quien pone el dedo en la llaga de la discriminación racial y social que penetra a la sociedad mexicana hasta el tuétano haciendo visible la presencia de prototipos de mexicanidad hasta ahora intocados en el arte, al  dar el papel del personaje principal de su filme obra (una trabajadora doméstica),  a una joven actriz de origen indígena, que no solo causó sorpresa y reflexión entre los cinéfilos mexicanos, sino en el medio mundial, donde hoy la artista en cuestión  alcanza los primeros planos de atención a su trabajo y su propia imagen.  
Con ese ejemplo, se demuestra el impacto que el trabajo cultural  puede tener como agente de cambio, tanto o mayor que  muchos proyectos sociales de beneficio para las  “clases desposeídas”, que lo son no sólo por un detentar un ingreso menor a las castas privilegiadas, sino por las diferencias y los desdenes de una sociedad que, hasta no ponerse en el espejo que le permita  observarse en su verdadera esencia,  podrá ser  capaz de avergonzarse  de la miseria moral  que la corroe, a fin de operar en sí misma  una conversión espiritual que la libere de los miedos y los fantasmas que le impiden la apropiación plena de todos sus integrantes en un sólo destino.
Cómo quisiéramos que las televisoras, dejaran de seguir fomentando la discriminación en sus anuncios comerciales con actores, lugares y circunstancias ajenos a nuestros propios y variados prototipos raciales, sociales, locales y económicos. Que importante sería que los educadores, los religiosos, o los mercadólogos hicieran lo mismo dejando de imponer, a través de su tarea, una discriminación racial, histórica y social contra los marginados e ignorados. Cómo cambiarían nuestras relaciones si, así como en esos, en otros planos de la vida nacional llegáramos a desterrar para siempre la corrupción  provocada por la división de castas que nos somete al odio, la división, el desdén, la incomprensión y el resentimiento. El día que logremos vencerla, entraremos verdaderamente a la cuarta transformación de la vida pública nacional.  
   Por desafíos como éstos, sacrificó su salud y finalmente la vida, Angélica García Arrieta, primera senadora de MORENA electa por el pueblo hidalguense en la  actual legislatura federal, quien falleció el pasado 22 del  mes, no sin antes haber alcanzado a vivir el inicio   del cambio histórico alcanzado con el triunfo de MORENA.
Y RECUERDEN QUE VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS A TODOS, CON NOSOTROS.

 

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