PEDAZOS DE VIDA
Hay ocasiones en las que los helados se derriten, que no hay refresco que calme la sed, que el agua para beber está tibia sin estar expuesta al fuego, hay días en los que bañarse tres veces al día con agua fría no logran disminuir la temperatura corporal, y esos días son los que más pegan en la ciudad, cuando al caminar por el asfalto pareciera que los zapatos van a derretirse, el calor que provoca pies dilatados y el borde hacia la insolación.
Nicolás camina por la calle, las botas le han hecho que dentro lleve un caldo de calcetín, gérmenes y pie, no puede seguir así, y aunque se da prisa parece que no llegará, está fastidiado, cansado y al borde de la deshidratación, eso sí, con su ramo de flores que se marchitan tan de prisa y amenazan con morir antes de llegar a casa.
Lo primero que hace al llegar, es poner en un florero las rojas flores que parecen agobiadas, que se dejan caer como si ya no tuvieran esperanza de tocar los labios de Carmela, sin embargo el agua hace las suyas y pronto las revive, así mismo Nicolás se bebe tres vasos de agua, sólo se detiene para respirar, enseguida se desnuda y tras el hedor que comienza dispersarse desde las botas hacia todos los rincones de su cuarto, se mete a bañar con agua fría.
Una vez que todo está limpio, debe deshacerse de los zapatos que han hecho que dentro de la alcoba parezca que se haya cocinado un vieux-Boulogne, se apresura a secarse por completo y con el esfuerzo y la prisa comienza a sudar de nuevo, se tranquiliza, respira y agarra nuevo aire, trata de calmarse, el sudor no es bueno y debe evitarlo lo más posible.
Por fin sale de casa, no sin antes tomar las flores. Agarra taxi para que no sufra el caminar y afortunadamente el transporte tiene clima, así que al llegar a casa de Carmela, las flores están frescas y él sin sudor, así se besan, se mete a dejar las flores y se van a donde tienen que ir…
El motel acaba de cerrar, se quedó sin clima, y dos aventurados decidieron echar pasión en medio del calor, que los sofocó a mitad de relación, ella alcanzó a pedir ayuda pero por él ya no se pudo hacer nada, Carmela siente alivio, el calor pega, la tanga ya estaba más que mojada y le comenzó a rozar, en tanto Nicolás no pudo contener el sudor, mismos que se agravó al ver como sacaban a ese hombre cubierto con sábana blanca. Las flores, esas sí estaban frescas allá en la casa de Carmela.