
LAGUNA DE VOCES
Nacemos en un bosque, somos parte del paisaje rodeados de otros árboles del mismo tamaño y a manera del gran manto protector, gigantescos pinos que hacen sombra y nos guardan de las asechanzas de plagas y sobre todo de los que hacen negocio con el dolor humano. Así crecemos, y creemos con absoluta certeza, que nada cambiará por los siglos de los siglos. Luego la sombra que parecía eterna desaparece, y nos restregamos los ojos por un sol que lastima, que produce hasta quemaduras, y nos miramos para descubrir que hemos crecido, que miramos con algún desprecio a viejos robles, pinos, fresnos, nogales, olmos.
Un día todos se van para darnos paso a ser los que construyen la sombra de los que apenas nacen y buscan ansiosamente crecer. Creemos con absoluta certeza que seremos eternos, y abrimos nuestras ramas para dejar constancia de que nadie, en ninguna parte de la historia, habría logrado tanto, tanto beneficio.
Pero cada día estamos más y más solos, ajenos a lo que piensan y creen los que se empeñan en levantar sus ramas hasta el cielo. Y solos es fundamentalmente la certeza de que el gran bosque al que pertenecimos se queda más y más pequeño, o más ajeno a nosotros, ahora como nunca ciertos de que lo que empieza, tarde o temprano termina.
¿Para qué todo, qué sentido tiene eternizar lo que no lo es? Las preguntas de siempre, las respuestas absurdas de siempre.
De pronto estamos fuera del último círculo, y solo esperamos el golpazo en la nuca, el traslado de nuestros restos a un nuevo bosque, del que nadie sabe cómo es, porque el que llega a conocerlo nunca de los nunca regresa.
Así que es una historia que se repetirá hasta que un día regresemos al mismo bosque o a otro parecido, investidos de nuevas ramas, hasta nueva variedad de árbol.
Pero seremos los mismos, los de antes, los de ahora y los de después. Nada cambia. Subimos al cielo con tanta lentitud, que por lo menos tenemos la oportunidad de mirar el horizonte, sabedores de que nunca caminamos más allá del límite establecido desde que nos soñaron.
Entonces esto es el bosque, esto es perder paso a paso los árboles que estuvieron a nuestro lado, a los que acompañamos, a los que creímos de vida absoluta, pero que, igual que uno, se fueron, se van, se hacen polvo, nada a lo mejor.
Esta es la vida en el bosque, del que solo saldremos convertidos en leña.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta