Mochilazo en el tiempo
• Dentro de las páginas de El Gran Diario de México se explicaba que este avión volaba a más de “dos veces la velocidad del sonido, es decir, a 2 mil 200 kilómetros por hora, transportando hasta 144 pasajeros en etapas de 6 mil ó 6 mil 500 km, es decir, la distancia entre París y Nueva York, reduciendo la mitad el tiempo de viajes de la mayoría de rutas mundiales”
CIUDAD DE MÉXICO.- Un suceso que comparte México con varios países del mundo es cuando el Concorde volaba sobre su territorio; el avión de manufactura franco-británica era famoso en todo el orbe debido a su capacidad de cruzar el Atlántico en poco más de siete horas, gracias a su tecnología supersónica.
El aeroplano aterrizó por primera vez en la capital mexicana el 20 de octubre de 1974, como parte de una gira de promoción. Las ventas del supersónico arrancarían en 1975.
Dentro de las páginas de El Gran Diario de México se explicaba que este avión volaba a más de “dos veces la velocidad del sonido, es decir, a 2 mil 200 kilómetros por hora, transportando hasta 144 pasajeros en etapas de 6 mil ó 6 mil 500 km, es decir, la distancia entre París y Nueva York, reduciendo la mitad el tiempo de viajes de la mayoría de rutas mundiales”.
Los primeros aviones que salieron de sus talleres fueron entregados a las compañías British Airways y Air France para que iniciaran operaciones comerciales a finales de 1975 o principios de 1976.
Fue hasta septiembre de 1978 que el Concorde de Air France programó vuelos comerciales a nuestro país, con la ruta París – Washington – México (que en los años posteriores cambiaría por París – Nueva York – México) teniendo a bordo a representantes del gobierno francés.
El nombre Concorde significa en idioma francés “concordia” y este es el signo bajo el cual, ciertamente, se inspiran ahora como en el futuro las relaciones entre nuestros pueblos. El vuelo tuvo una duración total de 7 horas con 22 minutos, haciendo una escala de 45 minutos en Washington para cargar combustible.
El Concorde sobrevoló territorio mexicano por cuatro años, siendo su último despegue el 1 de noviembre de 1982, debido al costo del pasaje. En el artículo Ante cientos de personas, el Concorde dijo adiós a México Juan Rodríguez relata cómo fue el último vuelo del supersónico en tierra azteca:
“Sin ninguna ceremonia y (…) Desde las 8:15 horas, las potentes y avanzadas turbinas de la nave empezaron a rugir (…) No obstante lo temprano de la hora, el público se congregó en las avenidas Bulevar y Hangares para observar por última vez a la citada aeronave (…) Niños y adultos lo ven con tristeza; es la despedida final. Cuántos miércoles y domingos acudían a observarlo cuando llegaba. Cuántos jueves y lunes se vio salir a toda prisa maravillando a todos”.
En entrevista, Jorge Rocafort cuenta que observó el primer aterrizaje del Concorde en la capital mexicana en 1974. Recuerda que el tránsito estaba detenido por decenas de automóviles que circulaban en esa vialidad y también sobre Boulevard Aeropuerto, tanto los conductores como los peatones estaban a la espera de la llegada del famoso aeroplano.
Para Jorge y para muchas familias, los domingos eran un día sumamente especial ya que podían trasladarse al aeropuerto y esperar a que aparecieran aviones en el cielo, “vendedores ambulantes vendían en 5 pesos unos `periscopios´ hechos de botes de tetrapak con espejos en su interior, para poder ver sobre las cabezas de la gente que estorbaban la visión hacia las pistas”, recuerda entre risas.
Rocafort afirma que por la mañana era más fácil apreciar algunos detalles del avión supersónico: “para adquirir la potencia necesaria para el despegue, se colocaba en la pista, bloqueaba los frenos de las ruedas para no rodar y activaba los famosos afterburners o post-quemadores (comunes en aviones caza militares), de sus cuatro poderosos motores Olympus; estos post-quemadores producían unas llamas parecidos a gigantescos sopletes, lo que creaba una potencia necesaria para su despegue y su vuelo supersónico. La escena y el sonido eran indescriptibles y emocionantes”.
Gerardo Gómez, vecino de la colonia Jardín Balbuena, podían escuchar el estruendo de la creación franco-británica, “era algo muy similar a cuando tienes música muy fuerte en tu casa… podría decirte que el Concorde generaba el doble de ruido que el que hace un avión comercial actual. Como vecinos del aeropuerto nos acostumbramos a su ruido”.
Los primeros vuelos comerciales del Concorde comenzaron en enero de 1976 y cesaron entre mayo y octubre de 2003. Viajar a bordo del avión supersónico era un lujo, a los pasajeros que cruzaban medio mundo en la nave se les ofrecía “champaña” y “el menú para el vuelo del viernes incluía caviar, foie gras, langosta o filete”, se leía en EL UNIVERSAL.