El a(s)coso 

El a(s)coso 

Por el derecho de existir

La violencia sexual se manifiesta de múltiples formas, la verbalización a través de chistes, miradas, tocamientos u otras expresiones que, al no ser consensuadas se convierten en acoso, abuso o violación, a estas alturas y en un país pederasta, tengo la seguridad que la inmensa mayoría de mujeres hemos vivido algún tipo de violencia.

Y la forma en como la tratamos a menudo es con una sensación de náusea de asco y con frecuencia de culpa, mientras los agresores disfrutan plácidamente de la posición de incomodar, son conscientes, porque buscan la secrecía, esperan en el momento de acechar, con palabras, gestos, imágenes.  Estas conductas están normalizadas y entre hombres conforman lo que denominan el pacto patriarcal.

En los últimos días me he cuestionado sobre mi posicionamiento en los límites éticos de convivir con una persona a quien se le ha señalado de acoso y aquí se imbrican muchas ideas en el debraye mental, la conclusión a la que llego es que admiro con profundo respeto a las compañeras que rompen con los lazos afectivos en actos de congruencia emocional, porque algo que suele pasar es la justificación al agresor o la minimización del hecho.

Cabe destacar que los agresores pueden ser los padres, hermanos, primos, amigos (y mejores amigos), profesores, jefes, subordinados, sacerdotes, entre otros y las agresiones las podemos vivir en carne propia o ser a nuestra amiga, prima e incluso a la morra que cae mal. Sin embargo, también debemos generar un pacto de solidaridad entre nosotras, donde la voz tome fuerza y retomando la poderosa consigna “nunca más la comodidad de nuestro silencio”.

Ningún acto que incomode debe verse como algo menor, creer en la voz de las víctimas es fundamental, que una persona que fue agredida tenga voz es un proceso que puede demorar años, incluso hay mujeres que pueden no encontrarla, aquí estamos muchas, para acompañar y para gritar, para exigir un trato digno, por el derecho de existir.

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