El arduo camino de la transformación de México

    •    Incuestionablemente, como lo ha señalado el presidente “nada ha dañado más a México que la falta de ética de los gobernantes y de una minoría”


Las esperanzas del pueblo mexicano renacen de nuevo. La llegada a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) abre una puerta al crecimiento y desarrollo de México. Luego de más de treinta años de políticas neoliberales que se quedaron administrando un país sin apostar por su transformación, centradas en los objetivos de inflación del banco de México, empeñado en obtener una inflación anual del 3%, sin importar las consecuencias sobre el empleo y el empobrecimiento del pueblo, que pasó de enfrentar las consecuencias de las crisis económicas y los programas de ajuste del FMI, a la pérdida de empleos, a la reducción de sus ingresos, a la descomposición social, al incremento de la inseguridad y del crimen organizado.
 
Incuestionablemente, como lo ha señalado el presidente “nada ha dañado más a México que la falta de ética de los gobernantes y de una minoría” rapaz, que jamás pensó en México y sus ciudadanos, sino en como servirse del poder para incrementar su riqueza. En otros gobiernos, como hace seis años, los funcionarios del pasado estaban pensando en los viajes que harían al extranjero, en los guardaespaldas que tendrían, en la camioneta que ostentarían y en la residencia que se comprarían en Polanco, en las Lomas o Santa Fe con sus altos salarios; sus hijos y esposas, pensaban en verse acompañados por guardaespaldas a escuelas y centros comerciales, oficiales del Estado Mayor que luego se verían convertidos en sirvientes, humillados por pequeños aprendices de oligarcas.
 
Hoy no es el caso, no sólo el gobierno de AMLO está compuesto por hombres y mujeres con valores éticos, sino comprometidos con la transformación de la vida política, económica y social de México; me consta de ello. Es precisamente su gabinete y su gabinete ampliado, el que deberá dar ejemplo de la austeridad del gobierno, pero también el encargado de dar los resultados ofrecido por el presidente y esperados por todos los ciudadanos.
 
Es indudable que el neoliberalismo, como la etapa actual de la internacionalización de las economías nacionales, iniciada hace varios siglos atrás, no ha dado los resultados esperados, ni ha significada la panacea del crecimiento sustentable ni el mejor medio para multiplicar empleos, a falta de una correcta concertación entre los gobiernos para ajustar sus políticas económicas y complementarlas. La crisis económica internacional, iniciada en 2008, puso en evidencia esas deficiencias e incluso, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, ha cuestionado no sólo a la globalización sino al libre comercio, del que se ha declarado su enemigo.
 
Es indudable que el modelo económico neoliberal, que ha intentado reducir al mínimo la intervención del Estado en la economía y dejar que sea el mercado quien dicte las leyes, quien diga quién tiene derecho a sobrevivir y quién no, no sólo entre las empresas sino incluso entre los humanos, ha dejado claras sus ineficiencias para todos. En 2009, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, señalaba que “la crisis financiera por la que pasamos no es la crisis del capitalismo, es la crisis de un sistema que se ha alejado de los valores del capitalismo, que en cierto modo los ha traicionado”; mientras que el primer ministro de Inglaterra de entonces, Gordon Brown, señalaba que el capitalismo estaba herido de muerte y, junto con su colega francés, proponían su refundación.
 
Por esa razón, es que el mediocre crecimiento de la economía mexicana en los tres últimos sexenios, de apenas 2.2%, y el crecimiento de 2.4%, en promedio anual, después de 25 años de liberalización de la economía y políticas neoliberales, no hacen sino demostrar el fracaso de un modelo económico en México que nunca se ajustó a su realidad. De esta forma, cuando el nuevo presidente de México afirma que la “aplicación de la política neoliberal ha sido lo más ineficiente en la historia moderna de México”, la cual ha provocado una “tremenda concentración del ingreso en pocas manos”, empujando a “la mayoría de la población hasta llevarla a buscarse la vida de la informalidad a migrar masivamente del territorio nacional, para tomar el camino de las conductas antisociales…”, del crimen organizado, no hace otra cosa que resumir lo que realmente ha sucedido en México.
 
De igual forma, cuando el presidente señala que “La reformas, que nos dijeron vendría salvarnos, solo han significado la caída en la producción de petróleo y el aumento desmedido de los precios de las gasolinas el diésel, el gas y la electricidad…”, no está lejos de la realidad, los ciudadanos y los lectores de esta columna, saben bien que ha sido así, pues ha final no sólo el país no ha producido más petróleo, ni han bajado los precios de las gasolinas, ni han llegado inversiones millonarias ni se han creado los millones de empleos prometidos; todo lo contrario, el incremento de la delincuencia organizada y la inseguridad, comprueban la descomposición social de México y la carencia de empleos.
 
El nuevo gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho una amplia explicación de sus políticas y ha reafirmado sus propuestas de campaña, su compromiso de cumplirlas; sin embargo, el que pueda concretarlas pasará por vencer la obstáculo que le pondrán sus oponentes, de quienes desean verlo fracasar. Es por esta razón, que para que el presidente pueda cumplir con su proyecto de gobierno, como lo señaló frente a los pueblos indígenas del país, a los que les prometió que “Todos los programas de gobierno tendrán cómo población preferente a los indígenas del país. Por el bien de todos primero los pobres”, al recibir el bastón de mando de los pueblos originarios de México, requerirá del apoyo del pueblo.

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