El alcoholismo, una muerte anunciada

DE CUERPO ENTERO
Si bien es cierto que el alcoholismo debe considerarse como una enfermedad progresiva y mortal, que no puede curarse, y que afecta a los seres humanos sin respetar edad, creencias, cultura, posición económica o política, también es cierto que muy poco se hace para prevenirla.

El ruido metálico de la camioneta que muy temprano recoge la basura del contenedor hizo que Filiberto abriera sus ojos, y como dos chispas encendidas buscara por todos lados, y juntando mucha saliva pasara por su garganta como queriendo sacudir una sed que le hacía daño. El frío de la madrugada le empezó a calar los huesos, pero la necesidad de un buen trago de alcohol le revolvía los intestinos.
    En realidad Filiberto es un hombre joven, tiene 37 años y cuando la mente le da oportunidad de reflexionar, sabe que cuenta con una familia, con dos hijos y una esposa. Siente que los quiere mucho, sabe que le duele caminar por los recuerdos y siempre prefiere no hacerlo. Ahora le hace falta un trago de mezcal, de aguardiente o lo que sea.
Como si se tratara de una cita pactada con esmero, uno a uno se van juntando en la esquina, cada cual trae su necesidad de mojar sus labios con alcohol, apenas si han dormido y cuando Filiberto repara, son más de diez que con un ritual de sobra conocido empiezan a juntar sus dineros, sus monedas, y esperar que la tienda de la esquina abra sus puertas.
Hablan poco, en realidad tienen poco qué platicar, a no ser que D. Vicente se murió la semana pasada, y que ningún familiar acudió por sus restos. Finalmente abren la tienda y uno corre a la compra de una bebida sin nombre, en un frasco sin etiqueta, y como si se tratara de una concelebración religiosa, en forma parsimoniosa, van compartiendo uno a uno la bebida que muy pronto se acaba.
Filiberto pronto siente un suave calor por el cuerpo, que la sangre le corre por las piernas, y se deja acariciar por el sol que empieza a aparecer. Los vecinos de la calle los ven con ira, con rechazo, sin embargo Filiberto y los demás ya se han acostumbrado y así, sentados en concilio, muchos empiezan a dormir. Un nuevo día ha comenzado, una nueva oportunidad de existencia les ha llegado.
Es muy poco lo que come Filiberto, en realidad sus días como calcados son iguales y llenos de una sed que no termina, ha descubierto que las reuniones de madrugada frente a la tienda de la esquina cada vez son más concurridas, solo imágenes de sombras percibe, de olores desagradables y de miradas perdidas; El sabe que como D. Vicente cuando se muera, nadie reclamará sus restos.
Después de despertar en un sueño comunitario y con un estremecimiento que le cala el corazón, ve a lo lejos a su hijo, a su Fili que lo busca con una mirada limpia; Filiberto aun siente pena, y como para no ser descubierto se cubre el rostro con una vieja gorra y se agazapa en medio del equipo. Ve con claridad como Fili pasa muy cerca y muy lentamente revisa los rostros de todos como en una exhibición, y así sutilmente se va. Filiberto se siente triste y solo, atina a tragar un trago más grande de la botella de todos.
Si bien es cierto que el alcoholismo debe considerarse como una enfermedad progresiva y mortal, que no puede curarse, y que afecta a los seres humanos sin respetar edad, creencias, cultura, posición económica o política, también es cierto que muy poco se hace para prevenirla.
Si aceptamos que en México existan por lo menos dos lugares “clandestinos”en cada colonia donde vendan bebidas adulteradas a bajos precios, como al lugar a donde acuden Filiberto y compañía, y si aceptamos que por lo menos diez parroquianos acuden por cada sitio de venta, fácilmente podremos multiplicar los ejércitos de víctimas de una enfermedad que se llama ALCOHOLISMO y que los perfila a una muerte segura y pronta.  
Vivimos en forma dolorosa una muerte largamente anunciada, donde solo bástenos caminar temprano por nuestras calles para ver a ejércitos de hombres, y ahora ya también de mujeres que como zombis buscan una solicitud para su muerte.
El problema es como un prisma lleno de muchas caras: los que venden, los que compran, los que permiten y los que promueven, y parecería que se trata de un círculo que solo rueda sin encontrar un alto o un fin.
 
SOLUCIONES
El futuro de nuestros pueblos en relación a esta enfermedad solo puede vislumbrarse prometedor si todos asumimos nuestra responsabilidad, si aceptamos que todos tenemos un COMPROMISO que por muchos años ha esperado y que en este inter muchas vidas se están esfumando. Deberemos trabajar con nuestros niños, con nuestros jóvenes en un proyecto congruente de educación.
    No es suficiente con insistir en los daños del alcohol, sino en motivar una cruzada completa donde todas las puertas se cierren para el consumo del alcohol, pero se abran otras de gratas promesas para alcanzar metas sublimes y buscar con insistencia  una vida mejor y satisfactoria.
La lucha es terrible y pesada, pero si no empezamos ahora, cada quién desde su trinchera: los padres asumiendo su compromiso categórico de educadores, las autoridades ejerciendo su obligación que la ley les confiere, los medios de comunicación con una  directriz honesta y real, y la sociedad en su conjunto con una promoción de la salud, México seguirá figurando en el mundo como un de los primeros lugares de muerte por alcohol.
Seamos pues congruentes, pero sobre todo COMPROMETIDOS.
 

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