El Ágora

La cuesta de enero

La resaca económica y social que llega después de las fiestas decembrinas, es un fenómeno que conocemos como la “cuesta de enero”. 

Normalmente, esto implica que la gente está gastada, haciendo ajustes para terminar el mes y tronándose los dedos para alargar las quincenas. 

Sin embargo, el inicio del 2021 ha sido marcado por una cuesta de enero diferente. ¿Cuántas familias estarán comenzando el año sin trabajo, arrastrando una crisis económica o lidiando con la pérdida de algún familiar? 

El asunto ya no es simplemente empezar con los pagos de aquella televisión adquirida a meses o de recuperar lo invertido en las cenas de navidad y año nuevo. Ahora, más bien, se observa a muchas personas angustiadas, tratando de conseguir concentradores y tanques de oxígeno o hasta una cama de hospital.

En efecto, la pandemia ha desnudado las carencias del sistema de salud mexicano; viéndose, al igual que en varios países del mundo, rebasado. Esto ha sucedido, en mayor o menor medida, al menos, en toda la región latinoamericana. 

Eso sí, mención aparte merece el personal de salud, sobre todo quienes están en la primera línea de combate contra el Covid-19, librando una heroica batalla contra un enemigo implacable, recursos limitados y una sociedad indiferente. 

Y de eso último, precisamente, quiero hablar. ¿Cuántas veces hemos escuchado que los mexicanos somos solidarios, unidos, con un alto sentido de lo familiar y lo comunitario?, ¿Cuántas veces, incluso, nos hemos sentido especiales a costa de los europeos y anglosajones porque nosotros no somos una sociedad fría como ellos?

Caray, pues francamente la pandemia ha puesto en entredicho ese carácter solidario que tenemos los mexicanos. Y ojo, no estoy generalizando, pues me queda claro que México es muy grande, que hay millones de habitantes en el país y que, por consiguiente, diversas realidades. Luego, esto que observo se refiere particularmente al entorno urbano. 

Creo, además, que mucho de lo grave de la pandemia tiene que ver con el sistema de salud, así como con las acciones y políticas públicas que, al respecto, se han implementado, en todos los niveles de gobierno. Ha habido aciertos, errores y surrealismos. Después de todo, México Mágico. 

Pero también, hay que decirlo, gran parte de lo que estamos viviendo está estrechamente relacionado con nuestra cultura cívica o, más bien, con la falta de esta. Es increíble que a estas alturas haya quien sigue negándose a usar cubrebocas bajo el argumento de que no cree en eso del “Covi”; es increíble que no hayamos aprendido (cuando el lugar y la situación lo permite) a respetar el espacio personal de los demás; que no entendamos lo crucialmente valioso que es el lavado de manos y el uso de gel antibacterial o que despreciemos la seguridad propia y la de los demás organizando fiestas o atendiendo, injustificadamente, a conglomeraciones. 

Y desde luego, un círculo aparte en el “infierno de Dante” merecen quienes agreden a las y los doctores, enfermeros y personal en general de hospitales y centros de salud, así como esos pseudo-emprendedores que lucran con el dolor ajeno, revendiendo a precios exorbitantes las cuestiones inherentes al tratamiento por Covid-19. 

Seamos entonces un poco más humanos, conscientes y empáticos. Seamos amables, casi nadie la está pasando bien. Que el individualismo y el egoísmo dejen de ser la regla. Aprendamos a tender lazos en lugar de destruirlos. Sólo así dejaremos atrás, ojalá más pronto que tarde, la pandemia. 

*Abogado y profesor del Tecnológico de Monterrey

Twitter: @GerardoVela

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