El Ágora

Trump, ¿el desenlace?

  • En tiempos de mayor urgencia, el todavía Presidente se dedicó a polarizar a su propio país -y de paso al mundo entero-, por lo que también creo que, en gran medida, se tendió él mismo la cama

El ajetreo en la calles, el ida y vuelta mediático entre demócratas y republicanos, las reacciones de un Donald Trump desorientado, el furor global en redes sociales y la irrupción surrealista, cual película hollywoodense de bajo presupuesto, de un grupo de personas que, caracterizadas como supremacistas blancos de extrema derecha, “tomó” el capitolio como protesta contra la certificación de la elección de Joe Biden, quien a finales de mes entrará en funciones como nuevo presidente de los Estados Unidos. Y, con todo, me quedan ciertas dudas. 

Es cierto, Trump es un personaje infame. Un político cuya plataforma, antes y durante su administración, se basó fundamentalmente en promover abiertamente el racismo, el clasismo, el machismo y la xenofobia. En tiempos de mayor urgencia, el todavía Presidente se dedicó a polarizar a su propio país -y de paso al mundo entero-, por lo que también creo que, en gran medida, se tendió él mismo la cama para los eventos que se están desencadenando. Caray, no es ninguna sorpresa, en más de una ocasión he hablado en esta columna sobre quien para mí representa la más pútrida expresión de la política norteamericana. Dicho de otra forma, no le defiendo ni le defenderé nunca. 

Sin embargo, me cuesta trabajo creer que lo que sucedió en el Capitolio fue solamente fruto de una turba enardecida y envalentonada a través de Twitter por la ex estrella televisiva. Detrás de todo, me parece, hay actores cupulares ajenos al “Trumpismo”. Pero claro, de la interpretación a la realidad hay un largo trecho. Por lo que suponiendo el tema va por ahí, caben algunos cuestionamientos: ¿quién entonces, orquestó los disturbios?, ¿los hechos tuvieron el alcance planeado o se salieron de las manos?, ¿cuáles son los siguientes pasos?

En la lectura que doy, al menos tomando en cuenta lo que se aprecia en la superficie, es que la intención es “nulificar” a Donald Trump. El establishment demócrata -y buena parte del republicano- quiere evitar a toda costa que él o alguno de sus hijos, quizás incluso Ivanka, regrese para el 2025 con aspiraciones electorales. La maquinaria se ha echado a andar, pues ha resurgido el tema del impeachment, el cual Nancy Pelosi, Presidenta de la Cámara de Representantes, seguramente manejaría de forma quirúrgica. Dice el refrán, “piensa mal y acertarás”.

E insisto, no digo esto como apología. Si usamos el principio de la navaja de Ockham, podría asumirse que lo ocurrido en el Capitolio es mera consecuencia del extremismo de derecha alimentado por Trump durante los últimos años, vamos, algo así como un clímax natural. Sería, en efecto, la explicación más sencilla. Aun así, sería absurdo creer que la política estadounidense es lineal, pulcra y transparente. Por el contrario, si algo demuestra la historia, es que Washington D.C. es una ciudad con múltiples capas de agendas e intereses políticos y empresariales. 

En fin, el tiempo de Donald Trump al frente del llamado “despacho oval” se agota. Pero, ¿realmente será lo último que veremos de él en los años por venir? El mundo está cambiando y cada vez hay más control, menos libertad de expresión y una peor distribución de la riqueza. Lo que me queda claro, es que este 2021 viene tanto o más extraño que el 2020. 

*Abogado y profesor del Tecnológico de Monterrey

Twitter: @GerardoVela

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