El Ágora

Y, al final, ¿qué importa quién gana?

Tres de noviembre, día de elecciones en Estados Unidos. La autoproclamada “superpotencia” de occidente celebró, en medio de claroscuros y matices, su “fiesta de la democracia”. Actualmente, sin duda, un país sumamente dividido. Las diferencias por raza, etnia, estrato social, estatus migratorio y género son el pan de cada día en una sociedad que, paradójicamente, se precia de haber nacido a partir de la mezcla de culturas propiciada por los inmigrantes que llegaron, por oleadas, siglos atrás, el llamado melting pot

Al momento que se escriben estas líneas, el candidato demócrata, Joe Biden, está todavía a la cabeza, casi llegando a los 240 “votos electorales”. Por su parte, Donald Trump, el infame republicano, ha salido ya a los medios de comunicación, con su bravucón estilo de siempre, para acusar un supuesto fraude electoral; caray, aún no acaba el conteo y ya está dejando ver su estrategia con afanes impugnativos. 

Y sí, es cierto, que mucho se ha dicho, escrito y opinado sobre la necesidad, o más bien la urgencia, de “sacar” a Trump de la Casa Blanca. Pues, al menos en la superficie, el ex anfitrión de reality shows, ha sido uno de los presidentes estadounidenses más impresentables de las últimas décadas, ¡y vaya que algunos (tanto demócratas como republicanos), parecieran esforzarse en superar, cada vez más, los niveles de indecencia! Saludos, por ejemplo, a Bill Clinton. 

Desde una perspectiva global, evidentemente, cobra también relevancia la elección presidencial de los Estados Unidos. El arribo de Trump al despacho oval en 2016 fue uno de los puntos clímax del resurgimiento de los supremacistas blancos y de los suspiros totalitaristas de la ultraderecha. Podría decirse, incluso, que a la derecha radical hay que cortarla de tajo. ¿Será este 2020, entonces, con todo y la sacudida por la pandemia y la crisis económica, el año en que la población americana logrará por fin sacudirse a Trump y compañía? Se antoja complicado, precisamente por la polarización que, hasta el momento, se refleja en la reñida competencia por los “votos electorales”. 

Y, aún con todo, pensando ya en México y sus intereses, ¿qué tanto importa quién sea ahora el presidente de Estados Unidos? Hay quien sigue las elecciones estadounidenses con romanticismo y fervor, como si la posible derrota de Trump pudiera generar beneficios inmediatos y palpables, más allá del discurso, para nuestro país. 

Sin embargo, demócratas y republicanos, Biden y Trump, al final del día, son representantes de una cúpula oligárquica a la que poco le importan las cosas que a nosotros, como mexicanos, nos pudieren preocupar.  

Los estadounidenses, y particularmente su clase política, ven por ellos y sólo por ellos. México no puede depender, afligirse o entusiasmarse si uno u otro partido, o si uno u otro personaje, gobierna los Estados Unidos. 

Esto no implica obviar la estrecha relación que existe entre ambos países, con sus aciertos y asperezas, con sus encuentros y desencuentros, sino poner de relieve la importancia de sostenernos por nosotros mismos, como una nación independiente. México es -o debe ser- un país que trabaje incansablemente por su propio mérito y en beneficio de su gente, con independencia de las convulsiones internas del vecino del norte. 

*Abogado y profesor del Tecnológico de Monterrey

Twitter: @GerardoVela

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