Home Nuestra Palabra Prisciliano Gutiérrez EDUCAR ¿PARA QUÉ? (Segunda de dos partes).

EDUCAR ¿PARA QUÉ? (Segunda de dos partes).

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“Todo lo relacionado con una buena educación es caro

pero a la larga sale mucho más caro mantener

un sistema barato y malo”.

 

Fernando Savater.

 

En materia educativa y prácticamente en todas las profesiones, la cultura de la evaluación permanente no se adquiere en las normales, las universidades o instituciones similares. El finísimo polvo de la rutina suele invadir incluso las zonas de confort más exclusivas, de tal manera que los egresados después de cinco años (por decir un tiempo) se muestren temerosos ante cualquier examen de conocimientos, máxime si no existen instancias de actualización. El cheque da seguridad económica, pero no genera compromisos subjetivos. Poco a poco, la figura de “El Profe”, con aureola de romántica jodidez se transformó en la del “Maestro de tiempo completo”. La mística vocacional cedió paso a la relación laboral en la cual el salario es más importante que el “amor al arte”.

 

Durante el echeverriato, la docencia masiva, de secundaria para arriba, se puso en manos de profesionales diferentes; principalmente ingenieros, por definición pragmáticos con nulos conocimientos pedagógicos y totalmente negados para las humanidades. Los planes de estudios se modificaron: en lugar de materias, se establecieron áreas de conocimiento, así se propició la minimización y aún la desaparición de materias formativas como la Historia y el Civismo. Aunque, para ser justos, diremos que actividades culturales y artísticas (poesía, danza, oratoria, teatro…) conservaron pequeños espacios en las instituciones tecnológicas. La profesionalización docente a nivel de posgrado (Especialidad, Maestría, Doctorado…) encontró en el Centro Interdisciplinario de Investigación y Docencia de Educación Tecnológica (CIIDET) una institución seria y de altísimo nivel académico.

 

Todo sistema educativo juega doble papel en la vida de una Nación: por un lado es una superestructura de control social y político; por otro, motor para el cambio, a veces violento, en las mismas estructuras que lo sostienen. Savater dice: “Nada hay más subversivo que la escuela”. Una prioridad de todo régimen de gobierno es preservar su propia sobrevivencia. Así, en las grandes etapas históricas, diferentes culturas han procurado formar a su “hombre ideal”; a su “arquetipo” ¿Cómo?, lógico: mediante un diseño en la ley y el barro de sus niños y jóvenes modelado por las manos de sus profesores.

 

Este mes nuestra Constitución cumplió noventa y nueve años. Ella hace el retrato del mexicano tipo en su artículo tercero: “La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria y la conciencia de la solidaridad internacional en la independencia y en la justicia. …dicha educación será laica. Además: (el criterio) será democrático, considerando a la democracia, no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundamentado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. De lo anterior se infiere que existe libertad de cátedra pero siempre deberá estar orientada hacia la realización de los valores constitucionales. Pregunto: El mexicano medio, producto del sistema educativo vigente ¿Cumple con el perfil descrito?

 

Desde el punto de vista sociológico, insisto, el régimen tiene como primera obligación, luchar por su sobrevivencia. El medio son las instituciones y los individuos dentro de ellas. En este orden de ideas, tocaría a los profesores cumplir tan delicada misión, con absoluta lealtad a los fines del Estado personificados en los gobernantes, legales y legítimos, en turno. Evidentemente, no es así: facciones, facciosos y numerosos sindicalistas ortodoxos son abiertos disidentes; incluso el gremio tiene su propio partido político.

 

Por razones de sobrevivencia, el régimen debe retomar el control del sistema educativo nacional. De una forma u otra tienen que acabarse los bloqueos a calles, carreteras y casetas de cobro. Las tomas y destrucción de instalaciones gubernamentales y partidistas. El cierre de escuelas y la pérdida masiva de clases. El chantaje a la población civil por parte de profesores y estudiantes normalistas. El ciclo pronto terminará de cerrarse.

 

El advenimiento de los profesionales de la educación al mercado laboral, después de superar el apostolado del romanticismo mal pagado, condujo a la creación de programas académicos altamente motivantes como la llamada “Carrera Magisterial”; múltiples beneficios se generaron gracias a ella; por ejemplo, los mentores más estudiosos lograron altos emolumentos al margen de sus respectivas plazas. Actualmente, esos compañeros con setenta años de edad o más, no se pueden jubilar porque verían reducidos sus ingresos en dos terceras partes. Junto con nosotros, las instituciones envejecen.

 

Aunque dolorosa es, a mi juicio, inminente la desaparición de las normales y/o su asimilación a los sistemas universitarios.

 

A propósito: es alarmante la proliferación de las llamadas “escuelas patito” que producen en serie, generaciones de Licenciados, Maestros y hasta Doctores pero… ésa es otra historia.

Febrero, 2016.