
“Trata a tus amigos como si algún día fueran a ser tus enemigos. Trata a tus enemigos como si algún día fueran a ser tus amigos”.
Luis Spota
Un grupo de políticos a quienes, amigos y detractores nos ubican en “el lado equivocado de la Historia” durante el proceso electoral del pasado 5 de junio; reunidos en torno de una mesa de humeante café, tratamos de responder a la pregunta ¿qué pasó? Mediante el procedimiento de lluvia de ideas, pretendemos esquematizar de manera intelectual, una síntesis de lo acontecido. Es muy difícil admitir que lo que parecía una realidad potencial, sin fundamento, se dio con claridad y contundencia.
Mentes brillantes y metodológicamente preparadas, hacen listados y más listados de causas y culpables, pero no cambia lo que fundamentalmente es un hecho irrebatible, irreversible: ¡perdimos por un margen inexplicable!: ¿Dónde están los más de diez mil serranos y huastecos que gritaban con entusiasmo el nombre de la que sería su primera gobernadora? ¿Dónde están los grupos de mujeres que, convencidas, dejaban sus labores cotidianas para acudir a los actos públicos y repetir a coro el nombre de quien las representaría en la titularidad del Poder Ejecutivo? ¿Dónde, los jóvenes entusiastas? ¿Los miembros de la tercera edad que no cayeron en los diabólicos montajes? ¿Dónde los campesinos, los profesionistas? ¿Dónde…? ¿Dónde…? ¿Dónde…?
La Historia nos ha enseñado a desconfiar de las encuestas; la experiencia de campo arroja datos más vivos; las realidades se transparentan, aparentemente, de mejor manera: en conclusión: dijeran lo que dijeran las encuestas, los comentaristas en los medio, los politólogos de café… la realidad arrojaba “otros datos” que algunos no vimos por falta de profesionalismo en el análisis; por parcialidad fundamentada en los afectos; por conveniencia disfrazada o por cualquier aspecto de esa naturaleza, yo admitía (y así hay muchos) que pudiésemos perder, pero en una reñida elección. No fue así, ahora sólo nos queda aceptar el presente con madurez y prepararnos para el futuro, que afortunadamente, en mi caso, ya no es tan largo.
Los que advirtieron a tiempo el tamaño de la debacle y no tenían sentimientos partidistas tan arraigados, con criterio pragmático se cambiaron la camiseta y viven sin nostalgias; bajo ese mismo esquema, se volverán a ir cuando la realidad se los exija. No tuvieron, tienen ni tendrán arraigo en una ideología, unos colores, una historia… Del otro lado, quienes estuvimos desde hace varios años en favor de una persona y su proyecto, volveríamos a estar, aunque conociéramos los resultados. Esto es, sin duda, ejercicio del anacrónico valor de la lealtad, a pesar de los superficiales y burlescos comentarios de los “amigos”.
De nada sirve, repito, hacer un esquema aplicando las últimas aportaciones metodológicas de la Ciencia Política, diseccionar las causas, distribuir meticulosamente las culpas, hacer remembranzas y circunloquios en torno a la mujer y su circunstancia.
La única realidad es que: “haiga sido como haiga sido”, perdimos.
Otra vez con la disculpa por el abuso de la primera persona del singular, por juzgar que mi caso es altamente representativo, entiendo que no hay animadversión en contra de la persona que encabezará al Poder Ejecutivo los próximos seis años.
No es una rendición tardía ni búsqueda de perdón para encontrar acomodo en la estructura burocrática o legislativa del Estado; mi tiempo ya pasó; aquellos lodos se fueron y se llevaron todos sus polvos.
Cumplí mi ciclo en la Política; es demasiado tarde para hacer el ridículo o perder la dignidad. Solo le repito a Julio Menchaca: espero que tu triunfo sea para bien de Hidalgo. Nunca, de mi parte, recibirás una puñalada trapera. Recuerda que hay que saber ganar.
A Caro Viggiano le reitero la certeza de mi lealtad y mi cariño; le digo: “No perdiste, eres una nueva mujer, más experimentada y madura”. Repito: si yo hubiera conocido antes el desenlace, habría actuado de la misma manera. Hidalgo y los hidalguenses te necesitamos.