Dormir 

0
Dormir 

LAGUNA DE VOCES

Esta historia es muy simple: al llegar el momento justo para su partida, dijo adiós, abrazó a sus seres más queridos y partió, con la certeza de que nunca volvería, porque además era su decisión y el tiempo había llegado, justo, exacto para cumplir con la promesa otorgada al momento de nacer: te irás sin tristeza, tampoco alegría, pero, sobre todo, conforme, que a veces provoca una sonrisa leve.

Así que casi el mismo día en que confirmó cada uno de los datos, puso en marcha el proyecto para poder irse sin problemas o complicaciones, simplemente a tiempo, como mandan las buenas costumbres, la rutina que tanto amó, porque lo extraordinario siempre acababa por fastidiarle. Dormir y despertar en otra galaxia sonaba interesante, pero no faltaría quien quisiera colocarle un desfibrilador, con el riesgo de que acabara todo quemado, y ya sin el rostro de absoluta tranquilidad que pensaba dejar como herencia.

Podría haber esperado a que el tiempo hiciera su trabajo, que con bastante regularidad es del todo profesional, y aplica un adiós poco ingenioso pero efectivo, para no dar pie a ninguna otra jugarreta del destino.

El problema es que traía escrito en la frente (es un decir), la hora, lugar y fecha exacta en que emprendería ese viaje, que no solo no podía esperar, sino que era único, solo para él, y llegar tarde o de plano no llegar, traería consecuencias para el universo en que se había instalado cómodamente hace muchos años.

Recurrió entonces a la rutina que tanto amaba, y se dejó llevar por la costumbre del sueño, de dormirse con el corazón apretado por el brazo izquierdo, con todo y que personas sin quehacer decían que era malísimo; rezar por todos los que esa noche dejaría y saludar a sus muertos, porque para él nunca lo estuvieron.

Cerró los ojos, todavía vio una luz que llegaba de la calle, y se durmió para siempre.

Mil gracias, hasta mañana.

Mi Correo: jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

X: @JavierEPeralta