
Letras y Memorias
“Nunca pensé la libertad como algo frío y solitario…”
Recuerdo vagamente cuando, algún tiempo atrás, diseñaba en mi mente la casa perfecta como respuesta a una prueba psicológica en donde mi respuesta, tenía una interpretación y a partir de ella se definiría cierta parte de la personalidad.
Ventanales grandes, amplios espacios en esa construcción de dos plantas, jardín en el frente y acabados rústicos era lo que se me venía a la mente en aquél momento. Y ahora, tiempo después, aunque aún pienso en el mismo diseño como el ideal para mi casa de ensueño, también reflexiono sobre el significado que una casa tiene; no sé exactamente cómo expresarlo pero, a veces pareciera que “casa” no es un lugar donde refugiarnos, sino algo más abstracto.
Puede ser que, quizá cuando alguien habla de “extrañar su casa”, no necesariamente esto implique un cariño a los muros rojos o a un perro vigilando la puerta de entrada; quizá cuando Fulano o Sutano dicen que extrañan su casa, hablan de echar de menos el ambiente ameno que hay dentro de esos muros, y de la mística que envuelve ese inmueble con tales o cuales condiciones arquitectónicas.
Tal vez “casa” es ese sitio en donde el corazón salta cuando la incertidumbre de la vida misma nos forza a buscar espacios inundados en calma, y lo curioso es que tal espacio no es la habitación iluminada por la lámpara lunar, sino el recuerdo de las manos que nos dieron esa lámpara antes de cambiar de aires. Puede entonces, que tal vez y sólo tal vez, “casa” sea la mirada cristalina de quien nos sostiene en el pecho y nos da la certeza de que el caos del mundo se vuelve nulo cuando una voz dulce canta la canción favorita, silenciando todo el barullo.
Anteriormente, cuando pensaba en mi casa, imaginaba espacios muy determinados: colores, muebles, pisos y hasta pensaba en los vecinos de junto o los de abajo; pero cuando uno madura (o pretende hacerlo), sí o sí cambia esa visión, y entonces las direcciones, colonias o ciudades son sólo un dato irrelevante porque la casa, o lo que también solemos llamar “hogar”, se vuelve un reino intangible, intangible pero localizable, ubicado fuera del alcance de inmobiliarias y calles con baches; resulta pues que mi casa ya no está en donde la credencial del INE menciona, sino que se ha trasladado al recuerdo de un beso, al brindis familiar, a una tarde de café con quien captura instantes o a una noche lluviosa donde el único consuelo es un ronroneo.
Hoy día creo que estoy aún más lejos de materializar ese diseño de “mi casa ideal”, estoy quizá más lejos de lograrlo que cuando comencé a imaginarlo pero, mi más grande consuelo es dar por hecho que cuando quiera renovar la esperanza, me bastará correr hasta donde realmente está mi casa: en las manos y memorias de todas las personas que han hecho de la vida algo especial.
¡Hasta el próximo jueves!
Postdata: He extrañado estas páginas en donde la libertad no duele; prometo no dejarlas… al menos no hasta que lleguen las próximas vacaciones.
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