¿Dónde estábamos?

DE CUERPO ENTERO

Es tiempo de que pasemos lista de presente, que no nos quedemos en la exclamación de asombro por lo que ocurre y que cada uno, cada una desde sus trincheras, levantemos los puños para pedir silencio y decir no solo un: “ya estamos hasta la madre”, sino éste es el camino que queremos construir de aquí en adelante, un camino con veredas de honestidad, de honradez y de una visión que devuelva la salud a nuestra patria.

Las enfermedades aparecen creemos sin merecerlo y habitualmente en el momento menos oportuno, es decir mientras estamos vivos. ¡Que exasperantes y que necias a veces! Buscamos e intentamos encontrar un culpable o culpables, sin asumir con dignidad que en muchos momentos durante la vida, fuimos colocando tabique a tabique una historia anunciada y muchas veces ya sin retorno.
Dietas no controladas, alcohol, tabaco, vida sedentaria y ansiedad o tristeza que pensamos ya mañana pasarán sin solicitar ayuda; total, eso es solo para las viejas; así suavemente como el regreso de las olas en las playas planas, vamos caminando al final último donde ya no existirán (eso creemos) enfermedades o tristezas. Los hombres lo hacemos en silencio, y las mujeres con su alharaca de palabras tardan un poco más, solo un poco más.
Nuestro México con su inmensidad de estrellas, de playas y montañas, donde su gente generosa de los pueblos sigue adorando a sus santos y haciendo fiestas patronales, donde un manantial de fe y esperanza envuelve el ambiente; donde la generosidad entre los compadres y vecinos siguen siendo una moneda valiosísima de cambio, se encuentra enfermo, muy enfermo y no estoy seguro si tendrá remedio o ya es demasiado tarde.
Las enfermedades pueden ser crónicas y controlables como la diabetes, tumorales y ahora con las terapias nuevas con grandes esperanzas de supervivencia; e infectocontagiosas, que los cuidados generales o inmunizaciones curan y previenen en su momento.
México está enfermo y lo peor sin un diagnóstico claro, porque…
¿Dónde estábamos?
    Cuando dejamos pasar tantos años, tantas décadas viendo como nuestra casa de estrellas y luceros era SAQUEADA por gobernantes insaciables y deshonestos, que lo han hecho y lo hacen porque al fin de cuentas nadie hace nada, y en México todo se olvida.
¿Dónde estábamos?
Cuando la violencia se incorporó a nuestro vivir diario, y empezamos a conjugar el verbo matar, en todos los tiempos y en todas las personas, creyendo siempre “como no le toque a mi familia o a mi, no hay problema”.
¿Donde estábamos?
Cuando dejamos hace años que el país tomara un rumbo que de por sí ya chueco, caminara por  la tragedia, la comicidad o por lo absurdo, como “volvido”, o  “en un temblor que solo yo sentí en los Pinos”, etcétera.
¿Dónde estábamos?
Cuando el presidente que está a punto de salir se ha convertido en una caricatura, que dice sin desparpajo: “ni aplauden”, o que cree que el Politécnico se fundó hace 500 años, o que cree que todos los mexicanos somos corruptos.
¿Dónde estábamos?
Cuando ya como plática de sobremesa hablamos de los intentos de extorsión telefónica, o comentamos en cuchicheo del secuestro de un conocido, o de un levantón, (hasta nuevos términos hemos aprendido).
¿Dónde estábamos?
Cuando los encargados de dar equilibrio a los poderes, de buscar leyes justas, y que se hacen llamar diputados y senadores, solo se pasan asistiendo –no todos-, a calentar sus curules, dejando que siempre hablen los mismos y lo mismo; y los demás pidiendo a Dios pase rápido el tiempo para disfrutar de sus enormes salarios, y  estar atentos a las indicaciones que sus respectivos coordinadores  les indiquen par votar por lo que ellos (los pocos) desean. O viendo para dónde brincar como ratas traidoras y hambrientas, porque sienten que sus barcos se hunden; y claro, el eterno contendiente –López Obrador- como dueño de mares y de tierras, abre su Arca recibiendo a todos los animales.
¿Dónde estábamos?
Cuando dejamos que la desfachatez de los políticos de ahora, brinquen como pulgas buscando un nuevo puesto dejando, sin vergüenza, el que tenían, aunque esto sea una clara falta a la Constitución, que por cierto poco les importa…
¿Dónde estábamos?
Cuando este México de artistas excelsos, valles relucientes, de gente amorosa y de jóvenes que gritan con los puños levantados que no tienen oportunidades de nada, y que cuando los clasifican como NINIS, con el rostro fruncido y con una mirada de rabia, les dicen a todos los gobernantes que un verdadero NINI es el diputado que nunca pasa a la tribuna; que lo que ofreció de volver a su distrito y escuchar el parecer ante las nuevas leyes, ni lo hace ni le importa, solo quiere asegurarse del próximo hueso. Oo el gobernador intolerante que al referirse a los homosexuales, con un risa sardónica dice : “me dan asquito”; esos de la doble moral son NINIS, porque ni se definen ni hacen nada, nada, nada.
¿Dónde estábamos?
Cuando nuestro México empezó a desmoronarse a pedazos por una enfermedad que seguramente es crónica, y que soñamos no sea mortal donde la intolerancia campee, donde la impunidad y la injusticia caminen airosos sin que nadie les pare el alto.
ESTABAMOS en nuestras respectivas esferas de comodidad y de seguridad, creyendo que mi protesta ni la escuchan ni la ven, y que mejor ruede el mundo que a mí por lo pronto no me pasa nada.
Estábamos absortos a lo que las televisoras nos dijeran, o nos distrajeran.
Estábamos aquí, esperando al ritmo de los jilgueros del futbol, de que ahora sí llegáremos al quinto partido en el mundial que ya empieza.
Estábamos entretenidos en los debates políticos que dan pena y tristeza porque al final, con angustia decimos: “ni a cuál irle”.
Estábamos pues, en ese silencio cómplice en un México que es maravilloso, y donde nuestros hijos, nuestros nietos quieren vivir por siempre; en ese México que se teje grandiosamente entre la bondad de su gente desde que nace, su solidaridad como en los sismos de septiembre y su fascinación por la música, por su comidas y hasta por sus albures.
Es tiempo de que pasemos lista de presente, que no nos quedemos en la exclamación de asombro por lo que ocurre y que cada uno, cada una desde sus trincheras, levantemos los puños para pedir silencio y decir no solo un: “ya estamos hasta la madre”, sino éste es el camino que queremos construir de aquí en adelante, un camino con veredas de honestidad, de honradez y de una visión que devuelva la salud a nuestra patria.
Nuestra patria está enferma pero tiene todavía una esperanza de vivir, y esta depende de cada uno de nosotros; imaginemos un México con nuevos aires de esperanzas, con cielos cuajados de estrellas que brillen siempre curando suavemente las muchas heridas que sangran y sangran.
Ya nuca más ¿DÓNDE ESTÁBAMOS? Sino ESTAMOS AQUÍ, HACIENDO UNA NUEVA PATRIA LLAMADA NUESTRO MEXICO.

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