DE CUERPO ENTERO
Cuando los encargados de dar equilibrio a los poderes, de buscar leyes justas y que se hacen llamar diputados y senadores, solo se pasan asistiendo –no todos- a calentar sus curules, dejando que siempre hablen los mismos y lo mismo; y los demás pidiendo a Dios pase rápido el tiempo para disfrutar de sus enormes salarios, y estar atentos a las indicaciones que sus respectivos coordinadores les indiquen para votar por lo que ellos, los pocos, desean. O viendo para dónde brincar como ratas traidoras y hambrientas, porque sienten que sus barcos se hunden, y claro, el eterno contendiente –López Obrador- como dueño su Arca recibiendo a todos los animales;
Las enfermedades aparecen creemos sin merecerlo y habitualmente en el momento menos oportuno, es decir mientras estamos vivos. ¡Qué exasperantes y que necias a veces!
Buscamos e intentamos encontrar un culpable o culpables, sin asumir con dignidad que en muchos momentos, durante la vida, fuimos colocando tabique a tabique una historia anunciada y muchas veces ya sin retorno. Dietas no controladas, alcohol, tabaco, vida sedentaria y ansiedad o tristeza, que pensamos ya mañana pasarán sin solicitar ayuda; total eso es solo para las viejas. Así, suavemente como el regreso de las olas en las playas planas, vamos caminando al final último donde ya no existirán –eso creo- enfermedades o tristezas. Los hombres lo hacemos en silencio, y las mujeres con su alharaca de palabras tardan un poco más, solo un poco más.
Nuestro México con su inmensidad de estrellas, de playas y montañas, donde su gente generosa de los pueblos sigue adorando a sus santos y haciendo fiestas patronales, donde un manantial de fe y esperanza envuelve el ambiente; donde la generosidad entre los compadres y vecinos siguen siendo una moneda valiosísima de cambio, se encuentra enfermo, muy enfermo y no estoy seguro si tendrá remedio o ya es demasiado tarde.
Las enfermedades pueden ser crónicas y controlables como la diabetes, tumorales y ahora con las terapias nuevas con grandes esperanzas de supervivencia; e infectocontagiosas, y que los cuidados generales o inmunizaciones curan y previenen en su momento.
México está enfermo y lo peor sin un diagnóstico claro, porque…
¿Dónde estábamos?
Cuando dejamos pasar tantos años, tantas décadas viendo como nuestra casa de estrellas y luceros era SAQUEADA por gobernantes insaciables y deshonestos, que lo han hecho y lo hacen porque al fin de cuentas nadie hace nada, y en México todo se olvida;
¿Dónde estábamos?
Cuando la violencia se incorporó a nuestro vivir diario, y empezamos a conjugar el verbo matar en todos los tiempos y en todas las personas, creyendo siempre: “como no le toque a mi familia o a mí, no hay problema”;
¿Donde estábamos?
Cuando dejamos hace años que el país tomara un rumbo que de por sí ya chueco, caminara por la tragedia, la comicidad o por lo absurdo, como “volvido”, o “en un temblor que solo yo sentí en Los Pinos”, etcétera.
¿Dónde estábamos?
Cuando el Presidente que está a punto de salir se ha convertido en una caricatura, que dice sin desparpajo: “ni aplauden”, o que con el mayor cinismo restaura el “dedazo” para mal elegir a su sucesor;
¿Dónde estábamos?
Cuando ya como plática de sobremesa hablamos de los intentos de extorsión telefónica, o comentamos en cuchicheo del secuestro de un conocido, o de un levantón, (hasta nuevos términos hemos aprendido);
¿Dónde estábamos?
Cuando los encargados de dar equilibrio a los poderes, de buscar leyes justas y que se hacen llamar diputados y senadores, solo se pasan asistiendo –no todos- a calentar sus curules, dejando que siempre hablen los mismos y lo mismo; y los demás pidiendo a Dios pase rápido el tiempo para disfrutar de sus enormes salarios, y estar atentos a las indicaciones que sus respectivos coordinadores les indiquen para votar por lo que ellos, los pocos, desean. O viendo para dónde brincar como ratas traidoras y hambrientas, porque sienten que sus barcos se hunden, y claro, el eterno contendiente –López Obrador- como dueño su Arca recibiendo a todos los animales;
¿Dónde estábamos?
Cuando este México de artistas excelsos, valles relucientes, de gente amorosa y de jóvenes que gritan con los puños levantados que no tienen oportunidades de nada; y que cuando los clasifican como NINIS, con el rostro fruncido y con una mirada de rabia, les dicen a todos los gobernantes que un verdadero NINI es el diputado que nunca pasa a la tribuna; que lo que ofreció de volver a su distrito y escuchar su parecer ante las nuevas leyes, ni lo hace ni le importa. Solo quiere asegurarse del próximo hueso, o el gobernador intolerante que al referirse a los homosexuales, con un risa sardónica dice : “me dan asquito”, esos de la doble moral son NINIS, porque ni se definen ni hacen nada, nada, nada.
¿Dónde estábamos?
Cuando nuestro México empezó a desboronarse a pedazos por una enfermedad que seguramente es crónica, y que soñamos no sea mortal, donde la intolerancia campea, donde la impunidad y la injusticia caminan airosos sin que nadie les pare el alto;
ESTABAMOS en nuestras respectivas esferas de comodidad y de seguridad, creyendo que mi protesta ni la escuchan ni la ven, y que mejor ruede el mundo que a mí por lo pronto no me pasa nada.
Estábamos absortos a lo que las televisoras nos dijeran, o nos distrajeran;
Estábamos pues, en ese silencio cómplice en un México que es maravilloso, y donde nuestros hijos, nuestros nietos quieren vivir por siempre; en ese México que se teje grandiosamente entre la bondad de su gente desde que nace, su solidaridad como en los sismos de septiembre, y su fascinación por la música, por su comidas y hasta por sus albures.
Es tiempo de que pasemos lista de presente, que no nos quedemos en la exclamación de asombro por lo que ocurre y que cada uno, cada una, desde sus trincheras levantemos los puños para pedir silencio y decir no solo un :”ya estamos hasta la madre”, sino: éste es el camino que queremos construir de aquí en adelante, un camino con veredas de honestidad, de honradez y de una visión que devuelva la salud a nuestra patria.
Nuestra patria está enferma pero tiene todavía una esperanza de vivir, y esta depende de cada uno de nosotros; imaginemos un México con nuevos aires de esperanzas, con cielos cuajados de estrellas que brillen siempre curando suavemente las muchas heridas que sangran y sangran.
Ya nuca más ¿DÓNDE ESTÁBAMOS? Sino: ESTAMOS AQUÍ, HACIENDO UNA NUEVA PATRIA LLAMADA NUESTRO MEXICO.