Nuevamente la religión como un gran fardo
● El rechazo de un imán a dar sepultura al asesino de un cura francés reaviva una cuestión ya presente tras los ataques de Madrid, Nueva York y Londres
En EU, no se plantean la cuestión, para ellos es una guerra en la que se niega al enemigo. Tras el 11-S, la principal preocupación fue separar los restos de los terroristas de los de las víctimas entre las cenizas de las Torres Gemelas. Nadie reclamó los cuerpos de los 19 autores de los ataques, procedentes de diferentes países y que habían viajado por el mundo. Según indicó el FBI años después de los atentados, sus restos seguían en sus dependencias
Al día siguiente del atentado de Normandía, el imán de la mezquita local dejó claro que no se hará cargo de la sepultura de Adel Kermiche, el yihadista que degolló a un sacerdote en plena misa. A los pocos días rectificó, indicando que si la familia así lo pide, se recurrirá a un religioso exterior a Saint-Etienne-du-Rouvray, donde tuvo lugar el ataque y donde vivía Kermiche.
La delicada cuestión del entierro de los terroristas yihadistas, que se ven como “soldados” de un Estado virtual y reniegan de su ciudadanía, se ha convertido en tristemente habitual en Francia. La mayoría de los que han atentado en los últimos años son franceses de segunda generación. Antes que Francia, EU, España y Reino Unido se han enfrentado a un dilema similar. Cada uno ha optado por respuestas diferentes.
“El imán de Saint-Etienne-du-Rouvray no quiere ocuparse del entierro porque se trata del enemigo de todo el pueblo, incluso de toda la humanidad, hay un problema de apropiación del cuerpo”, relata la socióloga Riva Kastoryano, autora de ¿Qué hacer con los cuerpos de los yihadistas? Identidad y Territorio (ed. Fayard), en el que compara lo ocurrido en EU tras el 11-S, en España tras el 11-M y en Reino Unido tras los atentado del 7 de julio de 2005.
“Estamos en guerra, pero de otro tipo, no existen héroes de guerra con sus propios cementerios, ningún país quiere apropiarse esos restos”, añade. “Al final, se trata de un deber humanitario respecto a las familias, que no tienen nada que ver”, concluye.