Donald Trump sólo en el poder

El planeta entero está viviendo algo inimaginable y nuevo. Los líderes de los países ricos y muchos gobiernos de América Latina, entre ellos México, parecen haberse quedado huérfanos con la llegada de Donald Trump al poder

Este viernes será investido como el presidente 45 de los Estados Unidos el impredecible Donald Trump. Un hombre de negocios que desde su postulación a las primarias republicanas fue criticado y descartado para ganar la nominación; luego, objeto de descalificaciones y críticas en los medios durante la campaña presidencial, los cuales daban por hecho el triunfo de la candidata demócrata Hillary Clinton. Bien podríamos decir que Trump ha luchado solo contra el mundo para llegar a ser el nuevo presidente de los Estados Unidos.

El planeta entero está viviendo algo inimaginable y nuevo. Los líderes de los países ricos y muchos gobiernos de América Latina, entre ellos México, parecen haberse quedado huérfanos con la llegada de Donald Trump al poder. En el pasado, la investidura del presidente era una fiesta a la que nadie quería faltar, casi una rutina que daba continuidad a todos los acuerdos de los presidentes anteriores; era importante acudir para recibir orientaciones sobre la política que seguiría el presidente entrante, convertido en emperador; pero ahora, todo parece indicar que Trump ha abandonado a su suerte a sus antiguos socios y se dispone a rediseñar al mundo; por lo que estará muy sólo en el acceso al poder.

Lo inimaginable en la investidura de un presidente de los Estados Unidos, es que la tradicional fiesta por la llegada de un nuevo presidente, amenizada por los conciertos de las estrellas de la música country, Toby Keith y Lee Greenwood, sea perturbada por manifestaciones de protesta; pues cientos de miles de hombres y mujeres se preparan para manifestarse en contra de Donald Trump el día de hoy y mañana sábado. Esos cientos y miles de estadounidenses, en las redes sociales se hacen llamar la “Resistencia”, término que apareció después que Trump fuera proclamado ganador, con un “hashtag” en Twitter llamado #Resist, junto a otro que dicen: #NotMyPresident y #NeverMyPresident.

Quizá estaríamos acudiendo al nacimiento de un germen socialdemócrata en el seno de un país que ha encarnado el capitalismo y el imperialismo, como su fase avanzada de desarrollo, porque si de algo sirven las crisis es para provocar saltos en el desarrollo económico y social de una sociedad aletargada por la crisis iniciada en 2008, aún sin resolver.

Hombres, mujeres, jóvenes, ecologistas, sindicalistas, negros, latinos, asiáticos, anglosajones, miles de ciudadanos están en contra del que será proclamado presidente de los Estados Unidos el día de hoy; pero también se han puesto a la vanguardia de un movimiento social aún sin grandes líderes, el cual ha sido alentado por el pensamiento del senador Bernie Sanders en lo político y en lo económico por el premio nobel de economía Paul Krugman; todos ellos, dispuestos a defender los logros del gobierno de Obama.

Nadie hizo caso a Donald Trump en el pasado, desecharon sus amenazas y lo calificaron con más de un epíteto; sin embargo, sería bueno que ahora tomen en serio sus advertencias, sobre todo México y China. La crisis económica mundial que se originara en los Estados Unidos en 2008, dio tiempo suficiente para que los líderes mundiales la solucionaran creando un nuevo orden económico internacional, no lo hicieron y Donald Trump ha llegado para propiciar este reacomodo, desechando las políticas de estímulo económico, con tasas de interés cercanas a cero puntos; tirando a la basura el libre comercio y poniendo en predicamento la globalización y sus beneficios.

Aunque hay cierta resistencia para reconocer que el libre comercio y la globalización no han sido los mejores medios para generalizar la riqueza y crear un mundo más equitativo, menos desigual, las élites gobernantes están conscientes en el fondo de que la globalización no ha beneficiado a todos por igual, lejos de ello la pobreza y la desigualdad han crecido, haciendo del planeta un mundo más inseguro, víctima de las guerras, las migraciones y el terrorismo.

Ahora tendremos que releer la historia para saber más de lo que hizo el populismo en el pasado; pero también sería bueno que leyéramos al marxismo para entenderlo, que leyéramos a Lenin en los años posteriores de la revolución rusa de 1917, para entender cómo en medio de la crisis del capitalismo que condujo a la segunda guerra mundial, como ahora, populista y socialdemócratas se han quedado siempre a la zaga de los movimientos sociales, muchas veces llevándolos al abismo.

El populismo se ha convertido ya en una realidad en el mundo. Sin valorar las consecuencias, en el Reino Unido se votó por la salida de la  Unión Europea y en los Estados Unidos por Trump; en Argentina por Macri; en Francia y Alemania pronto veremos que deciden los electores. Pero de algo que podemos estar seguros es que en Europa ganarán los partidos que se opongan a la inmigración y quizá veamos una Europa menos humanista donde se desentierre la vieja ideología del fascismo. Pero ello deberá hacer que los humanistas desenterremos el marxismo y busquemos dentro del capitalismo actual, nuevas vías de desarrollo para repartir la riqueza y crear un mundo más equitativo, menos desigual.

Recordemos que Donald Trump ha escrito poco más de 350 mensajes en Twitter desde que ganó las elecciones el 8 de noviembre pasado y las burlas no han cesado en los medios. Sin embargo, los gobiernos deberían hacer más que esperar el nuevo twitter que lanzará Trump y tomarlo en serio, pasar a diseñar una nueva política comercial sin los Estados Unidos y rediseñar sus alianzas geopolíticas.

En los próximos años, sin duda alguna, veremos cómo el comercio y la geopolítica se reacomodan con la llegada de Donald Trump. México, su canciller y el embajador de nuestro país ante los Estados Unidos tendrán una dura labor a realizar en estos años, pero también será el momento de reconstruir las alianzas con América Latina y el Caribe, de relanzar los lazos de amistad que unieron a México con los países del tercer mundo  en los años setentas y dejar de exportar a China el 1% del total de las exportaciones, para hacer de su mercado y de una posible alianza estratégica, el medio para recuperar la dignidad nacional frente a los Estados Unidos, para pensar y actuar sin su consentimiento en el mundo.

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