Donald Trump sigue jugando al gato y el ratón con México, pues a pesar de las declaraciones triunfalistas del secretario Luis Videgaray, intentando convencernos de que el presidente norteamericano se está desgastando aceleradamente mientras el de acá se fortalece día a día lo cierto es que la embestida contra nuestro país sigue creciendo a diario.
El gobierno intenta construir una versión del problema semejante a las que Televisa nos endilga cuando enfrenta a la selección nacional de futbol con algún equipo extranjero poderoso, intentando que sus merolicos predigan resultados fantasiosos que una vez terminado el partido resultan imposibles de sostener. Así de absurdo suena nuestro canciller cada que habla sobre las medidas que Trump toma a diario en contra de nuestro país.
Los mexicanos, adormecidos durante años con esa clase de mentiras lo mismo en el futbol que en la política, hemos perdido parte del buen juicio con que estamos obligados a actuar frente a cosas tan serias como los amagos de un país extranjero, tratándolos con la misma banalidad que las intrascendencias de un partido de futbol. Nos imaginamos en ambos casos, que la suerte estará de nuestro lado pensando como Videgaray, que chance Trump caiga antes que Peña y entonces estaremos salvados o que, como somos muy ingeniosos, las medidas antiinmigrantes en aquél país no servirán para nada; porque, nos decimos, los mexicanos somos muy listos y seguiremos burlando las torpes estrategias gringas yendo y viniendo de un lado a otro de la frontera como lo hemos hecho hasta ahora.
Los patrocinadores de este patético espectáculo aprovechan el enojo popular para sacar raja al asunto emprendiendo campañitas simplonas que nos exhortan a comprar lo que el país produce aunque los productos sean fabricados por empresas extranjeras para que sintamos que le estamos dando una bofetada en pleno rostro al malandrín norteamericano.
De repente, nuestros gobernantes, que hasta hace unos pocos días apostaban a la inversión extranjera, aparecen vestidos de charro y envueltos en la bandera nacional pregonando que ni un paso atrás darán frente al soberbio extranjero que intenta manchar de la patria los blasones.
Por otra parte, es triste constatar que el ánimo del pueblo mexicano se encuentre en condiciones parecidas al de otros tiempos, en que el vecino del norte clavó sus garras sobre nuestro país, sabedor -como todo animal depredador-, que las presas más fáciles son las que se encuentran débiles y enfermas, agotadas y abandonadas por la manada a la que pertenecen; porque ni los más fieros felinos se atreven a atacar a un animal sano, que sin contar con sus garras y su fuerza, tiene la suficiente fortaleza para huir de sus ataques o hacerle frente arropado en la fuerza de su especie.
Con el ánimo de que la conciencia ciudadana se ponga las pilas ante lo que sucede entre nuestro gobierno y Trump, basta recordar un pasaje de nuestra historia a fin de valorar las experiencias vividas por otras generaciones y actuar en consecuencia.
Victoriano Huerta intentó sostener su presidencia espuria surgida de un pacto firmado en la embajada norteamericana en México y sellado con la sangre de Francisco I Madero. Sin embargo, viéndose perdido frente al avance de la revolución, provocó un incidente con la flota gringa estacionada frente a nuestras costas, la que, con ese pretexto, ocupó a sangre y fuego el puerto de Veracruz. El general Huerta llamó entonces al pueblo mexicano a manifestarse contra los invasores, a lo que miles de ciudadanos de buena fe respondieron en todo México, integrándose además al ejército federal para enfrentar a los norteamericanos. Sin embargo, Venustiano Carranza, jefe de la revolución y quienes lo apoyaban no cayeron en la trampa tendida por Huerta, negándose a dejar de combatirlo hasta su renuncia o su derrota; pero exigiendo al gobierno norteamericano la inmediata salida de su flota del territorio mexicano. Al final, Huerta no pudo evitar ser derrotado por la revolución y Carranza logró que los invasores desocuparan Veracruz sin concederles ninguna de las exigencias solicitadas a Huerta.
La lección es evidente: los peores gobiernos que hemos tenido terminaron por hacer el juego a los gringos azuzando al pueblo contra ellos como estrategia para mantenerse en el poder cuando se vieron perdidos. Cuando el pueblo cayó en esa trampa, el resultado fue la derrota nacional frente a los norteamericanos, como con Santana en 1847. En cambio, cuando los mexicanos, contaron con líderes inteligentes y consecuentes como Venustiano Carranza, supieron distinguir entre la demagogia patriotera de los dictadores empeñados en mantenerse en el poder y el legítimo derecho de México a defenderse de a los invasores de nuestro suelo, obligando a los gringos a dar marcha atrás en sus soberbias pretensiones imperialistas.
Esperamos que la Conciencia Ciudadana saque las conclusiones correctas de las lecciones de la historia para actuar en consecuencia en el problema que enfrenta actualmente a nuestra Nación con el gobierno norteamericano.